Enrique lleva ya como ocho años aquí. De Cuba salió para Madrid, donde nos conocimos, y ha acabado viviendo ahí enfrente, en Nueva Jersey. Recuerdo que una vez le pregunté cómo había afectado lo de las Torres Gemelas a la vida neoyorkina, y me respondió: "Esa ciudad es demasiado. No hay cataclismo que la detenga". Enrique vive enamorado de Nueva York, el lugar donde todos los desarraigados encuentran su sitio. Y, como comprobaremos, una oportunidad de dar la vuelta al mundo sin despegar los pies del suelo.
Nos citamos en Washington Square, junto al Arco del Triunfo, al otro lado del parquecito con mesas de ajedrez donde se rodó Searching for Bobby Fischer, y de la Judson Memorial Church, que emula dignamente la torre de Santa María de Roma. Enrique da clases muy cerca -la NY University está desperdigada alrededor de la plaza-, y aparece con gabardina y sombrero parisino: también le gusta llevar el aspecto que le da la gana, seguro de que jamás será juzgado por estrafalario.
Tomamos un metro en Union Square para dar un paseo por Williamsburg, antigua comunidad judía ortodoxa que aspira a convertirse en barrio de artistas gracias al precio favorable de los alquileres: un nuevo Soho lleno de bares y cafés con encanto. Comemos en un thai y nos dirigimos al Village, tropezando de camino con la Strand, fabulosa librería que presume de fondos: "18 miles of books", reza la publicidad. Strand tiene una gama de camisetas, bolsos, lapiceros, mecheros, llaveros y todo el merchandising imaginable. Uno puede llegar a pensar que lo de los libros es una tapadera, ¡qué tiempos!
Con mucho callejeo llegamos a Little Italy. Pero apenas queda de ella una calle de restaurantes y tiendas -entro en una, supuestamente siciliana, que solo vende camisetas de Al Pacino y Marlon Brando, y resulta estar regentada por pakistaníes- porque los italianos se han marchado a zonas mejores y han sido desplazados por Chinatown. Claro que no es difícil encontrar anuncios para una fiesta ucraniana o un bar irlandés, como el sabroso McSortey's Old Ale House, donde sin ser nada cervecero me tomo una pinta en honor de Brendan Behan y de Taravillo, cheers!
Esas son las cosas que le encantan a Enrique, la sensación de que el mundo es una fiesta y que todas las fiestas tienen lugar aquí: celebra con italianos la victoria de Italia en el Mundial de Fútbol, o un triunfo de Brasil con los brasileños, o lleva a su hijo a compartir con los chinos el Año Nuevo Chino...
Deambulando de aquí para allá llegamos a Stonewall Place, rodeada de tiendas de discos, restaurantes y sex-shops, con las célebres esculturas de George Segal que señalan el epicentro de la movida gay. Ahora caigo, tonto de mí, en que Village People no eran gente del pueblo, sino gente del Village. El día del Orgullo, por supuesto, también se celebra aquí.
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