Otra de las anécdotas de Vázquez de Sola que más me gustan refiere un día en que el artista tenía que entregar unas viñetas y su hijo pequeño no paraba de molestarle jugando alrededor. "¿No ves que papá está trabajando?", le recriminó Andrés, a lo que el tierno infante repuso: "Si si, trabajando... ¡Haciendo dibujitos!"
El mundo puede pensar lo que quiera, pero yo reconozco sentir una profunda admiración hacia quienes se ganan la vida haciendo dibujitos. A la entrada de mi casa de Cádiz tengo un apunte de Mortadelo firmado por el mismísimo Ibáñez, que es tanto como decir el hombre que llenó cientos de horas de mi infancia con sus ocurrencias y sus personajes. Y ayer entrevisté a Carlos Pacheco decidido a aumentar la colección.
Pacheco, sanroqueño de origen, ha volado tan alto en el mundo de los cómics de superhéroes que ya no tiene techo. Trabajar en DC y en Marvel, asumir a Superman, Los 4 Fantásticos o Los Vengadores es como triunfar en la NBA para un jugador de baloncesto o como salir al espacio para alguien que aspira a ser astronauta. Yo, lo confieso, era más de Daredevil -cuando aún se llamaba Dan Defensor- y de la Patrulla X, y subrayo el "era de" porque uno tenía de veras una sensación de pertenencia a algo más noble y trascendente que un club de fútbol o un pelotón scout: cuando se trataba de salvar a la Humanidad, había que dejarse de pamplinas.
Pacheco, que inauguró ayer en Sevilla la exposición Y sin embargo, vuelan, se gana la vida así, fundando mundos, fabricando sueños, haciéndonos creer que nuestras manos pueden lanzar rayos y nuestros sentidos atravesar todas las barreras. Antes de marcharme le pedí, no sin arrobo, un dibujito. Me hizo una cabeza de Spiderman enfundada en su malla. Sí, ser dibujante es una pasada. Pero a veces tampoco está tan mal esto de trabajar para el Daily Planet.
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