Toda la vida queriendo conocer el Museo Solomon, desde que me enamoro en mi manual de Historia del Arte de COU, y me lo encuentro cerrado y encapuchado con toscos andamiajes, sin acceso a esa blanca monda de fruta que tan bien dibujo Frank Lloyd Wright.
Pero aqui no se consuela quien no quiere, y que mejor antidoto contra el desencanto que caminar por la 5th, dejando a la derecha la mole del Plaza Hotel y adentrandonos en el mas glamouroso y espectacular desfiladero del consumo que imaginarse pueda: la tienda Tiffany & Co. que inmortalizo Truman Capote, Gucci, Vuitton, Zara, Prada -pero no el edificio disegnado por Koolhaas que tanto le gusta a mi amiga Rebeca, ese esta en el Soho-, y como no, la fabulosa catedral de St. Patrick, sede de la archidiocesis de la ciudad, porque en la gran fiesta del comercio no pueden faltar los vendedores de humo.
En el Rockefeller Center todavia hace frio como para patinar bajo el vuelo del Prometeo dorado, teacher in every art, pero hace rato que no pueden verse los murales de Diego Rivera, que perecieron bajo el mazo de la politiqueria. Por este camino no tardaremos en llegar al Empire State, pero preferimos desviarnos hacia la plaza Columbus, en cuyo Warner Center se anuncia un proximo concierto de nuestro Chano Dominguez -quien lo ha visto y quien lo ve, que grande!- y donde se erigen sendos Boteros: un Adan y Eva realistas en un pais de obsesos morbidos. El centro comercial, centro de la vida aqui -y cada vez mas alla-, es el nuevo templo donde el afligido busca consuelo y el hambriento su pan, el supremo simbolo de la avidez.
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