¿Dónde invertir las últimas horas en Nueva York? ¿Sale uno de tiendas? ¿Toma el barquito a Staten Island? ¿Da un paseo por Queens? No, mejor optamos por una larga travesía en metro, dejando para otra ocasión el territorio ruso de Brighton Beach, y arribamos a Coney Island, el paraje fantasmal de tantos felices días de playa para los neoyorkinos, el símbolo de la alegría veraniega sumido esta mañana en una bruma densa.
Julio Iglesias suena en un equipo de música a lo lejos, un gran panel electrónico anuncia el próximo certamen de comedores de perritos calientes, las gaviotas vuelan bajo. A la melancolía pura de los paseos marítimos en invierno se suma una enfática decadencia, una pátina de herrumbre y grasa bajo la cual me parece oír el rumor de los domingos de playa de hace décadas, la música de las multitudes fotografiadas en panorámica sepia, tomando al asalto la orilla. Entre los hierros del Cyclone, la vieja montaña rusa, y la noria Wonder Wheel, uno espera que asomen de un momento a otro los pendencieros Warriors del cine, y un poco más allá, pasado el campo de fútbol, el embarcadero de la claustrofóbica, angustiosa Requiem por un sueño. Un rayo parte el aire, retumba el horizonte y amaga la lluvia cuando pasamos junto a Nathan's Famous, el más viejo expendedor vigente de hot dogs del lugar donde se inventaron los hot dogs. Duro, bello invierno el de Coney Island.
No, ninguna gana de regresar, pero tampoco la angustia que suele preceder a las partidas. No sale decir adiós. A Nueva York, uno ya lo sabe, se vuelve. Hasta la próxima.
1 comentario:
he sentido NY a traves de tu viaje ....... o voy pronto o muero de una vena reventada! ....... asi me ha tocado esto, nadie te manda a ser tan buen escritor! ..... esta es mi suerte! quererte no cuesta nada ........ pero leerte!! ya sabes lo que he tenido que pagar!! jajajaja ....... no te reprocho! ........ my heart goes leaping across the continent ......... saludos
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