No es fácil encontrar encontrar muchos escritores holandeses, y más aún traducidos al español y que sean buenos. Todavía no he leído lo suficiente a Cees Nooteboom como para hacerme una opinión, pero en una novela suya, Rituales, encontré un pasaje que me fascinó: "Aunque ellos no lo sepan ni lo vean, en aquel cuarto de hotel de Palermo, fluye ya, muy suave y sigilosamente, aquello por lo que ella le abandonaría: su debilidad".
En mi relato A y R, una parejita aparentemente feliz llega a Palermo para pasar el fin de semana, pero a lo largo de la jornada se va percibiendo entre ellos ciertas fisuras que se ensanchan hasta desencadenar, ya de noche y en la habitación de su hotel, una lamentable crisis. No he podido evitar sentir que Nooteboom sintetizaba en esas tres líneas lo que yo quería explicar en veinte o veinticinco páginas. Y no era Amsterdam, ni Londres ni Bruselas, sino precisamente Palermo.
Si alguna vez me lo encuentro a Nooteboom, tendré que decirle lo que una venerable ancianita confesó a Juanjo Téllez después de que éste leyera en público un poema de alta graduación erótica: "Caballero, se nota que usted y yo hemos tenido experiencias muy parecidas".