Diez años después estoy yéndome otra vez de Barcelona, y como una rara ironía tocan esta noche en la ciudad los británicos Ten Years After. Pero antes de la partida tengo yo que disfrutar de una visita a la librería Central, en la calle Elisabets del Raval, alojada en la antigua Casa de la Misericordia que canta Joan Margarit en su último poemario, ¡euros, para qué os quiero!
Pero antes, más de mañana, se impone soportar los alfileres de la llovizna camino de la Barceloneta, pasar junto a la prestigiosa Estación de Francia -otra vez Margarit- y, después de un breve callejeo, llegar a la no menos prestigiosa librería Negra y Criminal, especializada como su nombre indica en novela negra y policíaca. No deja de sorprender que, entre tanto muerto de papel, con tanta sangre desbordándose entre las costuras de los libros, haya al mismo tiempo tanta alegría y cordialidad entre sus cuatro paredes.
El héroe que ha permitido que N y C siga en pie se llama Paco Camarasa, y es un erudito en el género negrocriminal como conozco muy pocos. Fuimos presentados hace tiempo en Sevilla, y el hombre se acordaba perfectamente del día, el lugar y la compañía, que eran mi querida Lucía Cobos y mi editor Matellanes. Luego me invitó a participar de los singulares sábados de la librería, los únicos días -asegura- en los que realmente vende. Esta vez tocaba rendir homenaje a Vázquez Montalbán, con motivo del quinto aniversario de la muerte, y hubo un breve pero emotivo recuerdo en el que participó el maestro González Ledesma, padre del implacable Méndez.
Mientras el escritor me firmaba un ejemplar de su ya vieja Crónica sentimental en rojo, se acercó Camarasa por detrás y le dijo: "Este es periodista, como tú". El veterano me entregó el libro autografiado y me dijo: "La cosa está cada vez peor, pero sigue siendo el oficio más bonito del mundo", después de lo cual bebimos vino y comimos mejillones, cortesía de la casa, compré libros, como está mandado (Cappellani, Pérez Merinero...) y nunca vi cielo encapotado tan optimista como el de este sábado barcelonés. Con esas palabras me vuelvo a Sevilla. Reconciliado con Barcelona. Y dispuesto a reconciliarme con el periodismo, ay.