jueves, 16 de octubre de 2008

Barcelona (III) The morning after

The morning after [La mañana siguiente] era el título del disco de un grupo alemán bien metalero llamado Tankard, en cuya portada podía verse a un muchacho con evidentes signos de resaca en medio de una habitación caótica. Nada que ver con el aspecto con que hemos amanecido la mía y yo, como para hacernos una foto, vaya: impecables. En la fiesta planetaria de ayer los cubatas estaban tan caros y el ambiente era tan refinado que nos batimos un récord batiéndonos en retirada: a eso de las dos cada uno estaba en su cama y dios en la de todos. Nuestras madres estarían orgullosas.
Al rato de abrir los ojos hice recuento de rostros populares que vimos anoche: la indestructible Ana María Matute, las piernas infinitas y bien torneadas de Ana García-Siñeriz, la apostura desenfadada de Fernando Schwartz, Boris Izaguirre acaparando flashes, la velocidad de Tomás Val mascando chicle, Ángela Becerra tan elegante que llegamos a creer que el premio era para ella, Espido Freire como vestida de novia...
De los ganadores no puedo decir mucho: Fernando Savater merece todo mi respeto -y mi solidaridad, dada su condición de amenazado por los intolerantes-, pero hace rato que su literatura me interesa poco. Y no le perdono que su libro sobre Borges fuera un refrito de lo más desganado, pero igual me alegro por él. En cuanto a Ángela Vallvey, que ganó el Ateneo de Poesía el mismo año que yo gané el de cuentos, la vi chispeante en la rueda de prensa pero apagadísima después, casi triste. Dicen que era porque tiene al novio lejos, pero con 150.250 euros yo creo que dos amantes se sienten como más cerca. Pues nada, apagadísima. Una vez me preguntó cómo se titulaba mi libro y le dije que La defensa siciliana. Se disculpó aduciendo que no sabía nada de fútbol, pero dejó entrever que tampoco de ajedrez. En cualquier caso, creo que es una mujer muy inteligente: leeré su novela.
A lo que vamos: lo mejor ha sido el desayuno de la morning after, donde todos parecíamos algo así como muñequitos de Second Life. El bueno de Javier Sierra leía La Vanguardia, Juan José Millás y su mujer sorbían un pacífico café, Marta Rivera de la Cruz nos pedía con su mirada transparente y tristonga que le abriéramos un botecito de mermelada... Tankard, desde luego, nunca nos habría fichado para sus portadas. En todo caso, Supertramp en su Breakfast in America, por aquello del premio: "I'm a winner, I'm a sinner..."

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