sábado, 11 de octubre de 2008

De Bienal (VII) Talento y revelación

La Bienal va tocando a su fin, ya era hora, y repaso en mi libreta algunos momentos estelares del ciclo. Un café con Merche Esmeralda, bailaora veterana y maestra de bailaoras. El espectáculo de Andres Marín, con ese Llorenç Barber haciendo una demostración de difonía (hasta ahora yo sólo había oído algo así en disco, nunca en vivo). La guitarra de Pedro Sierra, el piano de Pedro Ricardo Miño. El mundo a compás de Diego Carrasco. El clasicismo blanco de José María Gallardo. Las seis cuerdas memoriosas de Serranito. La voz cargada de futuro de Arcángel. Las palabras de Ortiz Nuevo, que para mí será siempre el autor de ese impagable tratado de realismo mágico titulado Las mil noches de Pericón de Cádiz, que me recomendó la Rossetti como se recomienda a un clásico: y Ana siempre lleva razón.
Se acerca una compañera del periódico a preguntarme cuál ha sido la revelación de la Bienal. Para mí, no hay duda: el fotógrafo colombiano Ruvén Afanador, autor del cartel y de las fotografías que todavía salen al paso de los transeúntes en la avenida de la Constitución. Mezcla de sueño y de pesadilla, mago del contraste, poeta del blanco y negro, reinventor de la feminidad. Nunca fue tan cierto aquello que se decía de Lola Flores: no canta, no baila, no se lo pierdan.

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