sábado, 11 de octubre de 2008

Premio Nacional para Margarit

En la prensa cultural a menudo nos dejamos fascinar por los mecanismos de eso que llaman el éxito. Desde la descarnada voracidad del trepa a las más sofisticadas técnicas de márketing, del más evidente amiguismo a las triquiñuelas más imprevisibles, unos y otros buscan su atajo para ceñirse cuanto antes la corona que ambicionan: buenas ventas, premios, portadas, notoriedad pública. Pocas veces pensamos que la cosa tal vez pueda ser más sencilla. Que uno vaya probando, buscando, puliendo, y un buen día lo que hace se cruce en la vida de otro y establezca una espontánea simpatía, incluso un lazo muy parecido a la amistad.
Eso me pasó a mi, hace años y sin que él lo haya sabido nunca, con un poema de Joan Margarit. Él tendría sus motivaciones para escribirlo en Barcelona, pero cuando yo lo leí en Cádiz sentí que hablaba de mí, que me daba herramientas para entender mi mundo y vivirlo mejor. No tengo ese texto a mano, y no quiero citarlo mal, pero tampoco importa. El final del cuento es que, cuando consigues que esos encuentros sean muchos, cuando logras conformar algo así como una legión de gente agradecida y por ello fidelizada, entonces has dado con otra acepción del éxito. Y con un poco de suerte, te dan un premio. El Nacional, por ejemplo.

No hay comentarios: