En el coqueto y espacioso Museo de Brooklyn, junto al jardin botanico, se abre al publico una exposicion del japones Takashi Murakami. Lo que prometia ser solo una curiosidad -el hecho de que un artista manga muestre su obra en un espacio de estas caracteristicas- deriva en un paseo fascinante. Murakami, mucho mas que un artifice de dibujos animados, condensa en su obra un monton de iconografias japonesas, pero tambien occidentales. En el estan los grabados de samurais, la ola gigante de Hokusai y Godzilla como El Bosco y Miro, los Transformers y el hongo atomico de Hiroshima, los videojuegos de marcianitos y el mundo Disney. En una sala del recorrido se muestran sus creaciones para Louis Vuitton, un espacio todo pintado de blanco, con dependientes vestidos de blanco, que representan el limbo donde el museo es tienda y la tienda es museo. Murakami juega sobre todo con la infantilizacion de la sociedad, con esa inocencia que suaviza el horror. En los dibujos y grabados de la escuela Utagawa -siglos XVIII y XIX-, que se muestran simultaneamente en el piso de abajo, hay una solemnidad que en Murakami es alivio, puro juego. Entre la teta y el colmillo, la mama y el coco de nuestras primeras pesadillas, desarrolla su arte este provocador en un mundo impasible ante las provocaciones. Una chica paso boquiabierta ante una de sus piezas y solo atino a decir:
-Quite intense.
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