"Sé que es un prejuicio", admitió alguien durante la cena, "pero he acabado pensando que los chinos y los japoneses no sienten como nosotros, me cuesta creer que quieran a sus parejas, incluso a sus hijos". Otros en la mesa se han mostrado de acuerdo, y con no poca audacia han concluido que los orientales no saben amar. Sólo he estado una vez en China y una vez en Japón, de modo que no tengo un campo de estudio demasiado amplio. Pero me atrevería a decir que tanto en un país como en otro -ambos tan diferentes- la gente parece a simple vista tan amorosa (con quien procede, claro) como en cualquier otro lugar. Menos expresivos, quizá, más cuidadosos de invadir el espacio del otro; menos epidérmicos, sin duda; sólo efusivos, tal vez, cuando el vino los desinhibe, pero en ningún caso distantes o insensibles.
Me ha hecho gracia llevar precisamente esta noche en la mochila una antología de Guojian Chen, Lo mejor de la poesía amorosa china, un título que para mis amigos parece casi una paradoja. Basta hojearlo para preguntarse si alguien puede escribir sin saber qué es el amor -y el dolor que con frecuencia arrastra- estos versos:
Laúd en mano, subo al alto pabellón,
vacío, pero lleno de luz de luna.
Vibran acordes de amor.
Se me quiebran las entrañas.
Y también las cuerdas.
Nota.- Los japoneses también andan sobrados de argumentos similares, pero la más bella expresión -y contención- amorosa que se me viene a la mente es el último diálogo de la película Hana-bi de Takeshi Kitano, cuando antes de morir los amantes no prorrumpen en llanto; tan sólo se dicen, escuetamente: "Gracias".
2 comentarios:
señor Ale ............ tu blog es como pocos .......... da gusto leerte siempre .......... queria poner un comentario en todos y cada uno de los posts ........ pero finalmente espues de leerte no quize exigirme tanto a mi misma ......... termine exhausta y feliz .......... te mando un abrazo ......... y toda mi admiracion de escriba .......... fiel ........ hasta que la muerte no-separe ..........
Bueno, Antillana, ese aguacero de piropos me ha calado hasta el punto de que ahora no voy a saber qué más escribir. Pero si este blog sirve para achicar la distancia entre Sevilla y Las Vegas, pasando por nuestra Habana, seguro que se me ocurre algo. Muchos besos de los que saben cruzar el océano, cuídate loca.
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