Durante un rodaje, Truman Capote visita a Marlon Brando en su cuarto de hotel para hacerle una entrevista. Entre otras cosas -gran enredador era Capote- quiere saber cómo se rompió la nariz el astro de Hollywood. Éste responde: "Recuerdo un mes de abril en Sicilia. Un día de calor, con flores por todas partes. Me gustan las flores, las que tienen aroma. Las gardenias. Bueno, el caso es que estábamos en abril y me hallaba en Sicilia, así que me fui a dar una vuelta, yo solo. Me tumbé en un campo lleno de flores. Me dormí. Eso me hizo feliz. Fui feliz entonces".
¿Por qué esa excursión por los cerros de Úbeda, o en este caso por los cerros de Caltanisetta? Los políticos suelen desentenderse de las preguntas, ciertos artistas muy alcoholizados también, pero ¿qué tienen que ver la nariz de Marlon Brando con aquella siesta bucólica?
Capote describe la situación como un desvarío del actor. No supo relacionar el tabique astillado de Marlon Brando con su memoria olfativa: la melancolía de no volver a disfrutar en plenitud de la frangancia de los campos sicilianos, de aquel lecho primaveral en el que una vez fue dichoso.
Nota.- Al viejo D.H. Lawrence -con sus suntuosos Ciclámenes sicilianos- también debió de entrarle por la pituitaria la isla mediterránea, si no la Antigua Grecia toda.
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