lunes, 7 de febrero de 2011

Paqui Arias, defensa de la alegría


De unos versos de Benedetti con música de Serrat -"Defender la alegría..."- extrajo Paqui Arias su lema. Entendió que la alegría, más que un estado de ánimo, es un verdadero oficio que exige dos talentos: perseverancia y generosidad. Alegre vocacional y a tiempo completo, prodigó su sonrisa a manos llenas y por los cinco continentes. Cualquiera que se haya cruzado en su camino, ya sean escritores famosos o camareros, vendedores del mercado o revisores de tren, conserva de ella un recuerdo perdurable.

Es imposible, pues, pensar en Paqui sin sonreír. Y mucho más recordar sus peripecias sin acabar riendo hasta las lágrimas. Allí donde recalara, una playa perdida del Pacifico o una populosa ciudad de la India, a los cinco minutos había trabado amistad con todo el mundo, y roto dos o tres corazones. No necesitaba conocer el idioma vernáculo: dominaba el esperanto de la naturalidad y el desenfado. Era suficiente. Al marcharse, invariablemente, la gente del lugar quedaba desconsolada y anhelando su vuelta, que era el estado habitual de quienes la queríamos aquí, en su Gerena natal y en Sevilla.
Será por eso que nadie cree que se haya ido de veras, y sí que este adiós no es sino otro de sus embarques, que pronto volverá contando aventuras y repartiendo besos y regalos. No lo creen los parroquianos de los boliches porteños, ni las mujeres cubiertas con túnicas de colores de Rajastán. Nunca han suspirado tanto los muelles desde Marsella a Mayotte. En Delhi y en Bogotá tampoco se resignan. Hay quien asegura haberla visto bailando en la vieja noche de las islas griegas, y no faltan los surfistas que a veces, entre festones de espuma, la reconocen caminando bajo el sol de Australia.

Su desparpajo, su risa contagiosa, con esa afonía inconfundible, la mirada felina que proyectaba sobre el mundo son ya indelebles, como su torrencial sentido de la amistad. Pero no lo es menos el coraje y la lucidez con que afrontó los reveses de la suerte. Aquello que escribió hace unos meses, “Es hora de pelear”, parece el rubro de estos tiempos duros, turbios, inclementes. Vendrán muchas ocasiones para preguntarnos cómo habría reaccionado Paqui ante esta o aquella adversidad, y tratar de emular su ejemplo y el de su familia. Ojalá nos asista entonces su valor y su fortaleza, pero también su capacidad para celebrar las bonanzas y paladear ese licor escurridizo que llamamos felicidad.

Eso ha sido, eso es Paqui, y muchas cosas más. Una rebelde, una hedonista irredenta, una cómplice, una tenaz cazadora de emociones, una cautivadora femme-fatale, una amenísima y vehemente conversadora, una mujer ferozmente libre. Muchos la conocimos gracias al periodismo: el oficio más bonito del mundo, dicen, después de la alegría.

[Publicado en El Correo de Andalucía]

martes, 1 de febrero de 2011

Otras lecturas/ relecturas del mes de enero

Carlos Edmundo de Ory. Diarios.
Nina Berberova. Aleksander Blok.
Leonardo Sciascia. Todo modo.
Leonardo Sciascia. El caballero y la muerte.
Giorgio Bassani. El jardin de los Finzi-Contini.
Marcos Giralt Torrente. Tiempo de vida.
Daniel Ruiz. La mano.
Jorge Molina. 123 motivos para no viajar a Sevilla.
Juan Eduardo Zúñiga. Brillan monedas oxidadas.
J. M. Estrugo. El retorno a Sefarad.
José María Álvarez. Los obscuros leopardos de la luna.
José María Alvarez. Diarios de la serpiente de Bronce.
Pablo Neruda. Residencia en la tierra.
Braulio Ortiz Poole. Hombre sin descendencia.
Rafael Adolfo Téllez. Muertes y maravillas.
Andrés Sanchez Robayna. La sombra y la apariencia.