Mi querido Pisco Lira, que regenta esa sevillana casa del arte conocida como La Carbonería, me proporciona un ejemplar de la revista Vacaciones en Polonia, dedicada a Suicidios y Literatura. Tanto los contenidos como el diseño son espléndidos, especialmente el fichero en el que reúnen a todos los escritores suicidas que han podido censar: nada menos que 355, de la A de Acuña a la Z de Zweig. Podrían haber sido muchos más, pues no se incluyen los suicidas tímidos. Por ejemplo, los que se hicieron matar a punta de botella, como Alfonso Grosso, o los que emprendieron acciones bélicas que consistían en buscar la bala con el pecho, como José Martí.
Luego están los suicidas en grado de tentativa estética. Los primeros que me vienen a la mente son Blackie Lawless y Steve Riley, cantante y batería de WASP, que en un video-clip se apuntaban a la sien con un revólver. Este gesto lo he visto luego en un montón de gente, desde el colombiano Efraín Medina Reyes a un columnista del diario Público, si bien éste último se limita a apuntarse con un dedo. A todos les encantaría salir en Vacaciones en Polonia, pero por si acaso toman la precaución de poner el seguro del arma y vaciar previamente el cargador. O de cortarse la uña del dedo índice, no salgan heridos por una tontería.
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