José María Conget me pescó como lector en su libro Una cita con Borges, porque hay cebos con nombre de persona o de lugares que yo muerdo siempre. Lo conocí en Sevilla, donde ambos vivimos, cuando vieron la luz sus relatos Bar de anarquistas, y desde entonces nos encontramos a menudo. Conget es maño, pero ha vivido en ciudades con prestigio: París, Nueva York y Cádiz. De ésta última recuerda mucho las cosas de Quiñones, y se nota que extraña el mar. Hace unos meses sufrió un infarto, y con buen humor atribuye a ese hecho el premio de las Letras Aragonesas que acaba de recibir. Hoy lo he entrevistado a propósito de su Pont de l'alma, libro inclasificable donde quería hablar de los achaques de la edad y acabó divagando con arte de su experiencia en los Institutos Cervantes y de los rincones más emblemáticos de su peripecia vital.
El escritor suele presentarse con el chiste "Conget, con G", un punto que no todo el mundo pilla a la primera. A mí al principio me llamaba "¡periodista!", que hoy día puede ser un oficio lo mismo que una ofensa, tal y como está la profesión. Luego empezó a decir "el Luque", que suena más próximo. Como vecinos del mismo barrio, coicindimos con mucha más frecuencia en el mercado de la calle Feria que en los cenáculos literarios. Yo compro tagarninas para un potaje y él se carga de verduras, lo que asegura buenas digestiones en la comunidad emigrante de las letras sevillanas.
Le he contado que visitaré Nueva York en unos meses."¿Nunca has estado?". Nunca, nunca. Me ha confesado que esa virginidad le da envidia. A mí me sucede también cuando cualquiera se acerca por primera vez a sitios, libros o películas que yo adoro. En algunos casos, ese impulso se vuelve celos, un feroz sentido de la posesión. Yo querría que mis amores geográficos y culturales no los compartiera nadie, o sólo la gente que amo mucho.
2 comentarios:
Fresco post.
Saludos desde Madrid.
Amigo Leo, gracias por tu comentario. He visitado tu blog y veo que compartimos la admiración por mi paisano mágico Carlos Edmundo de Ory, que es un poco nuestro César Vallejo con chistera. Un abrazo y que no sea la última visita.
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