Una vez me contó Sigfrido Martín Begué que mantenía una extraña relación con Antonio Muñoz Molina: llevaba años ilustrando sus artículos, pero nunca se habían visto las caras. Le referí la anécdota la semana pasada a Ágreda, que hace lo propio con Maruja Torres y en el mismo suplemento. "A mí me sucede lo mismo", confesó. "Hemos estado a punto de encontrarnos varias veces, pero no ha habido manera. Hablamos mucho por teléfono, y ya no estoy seguro de querer que las cosas sean de otro modo, después de tanto tiempo".
José Luis Ágreda, todo amabilidad, con un aspecto como de niño encerrado en un cuerpo adulto, o de adulto encerrado en un cuerpo de niño, me mostró su exposición Carta a cinco esposas sobre sus personajes femeninos. Uno de ellos es Carla, su éxito infantil, otro es Maruja. Me preguntó si la he conocido, cómo es ella. Traté de recordar una entrevista que le hice en la librería Quórum. Allí estaban Pedro y Pepe, los dos robustos propietarios, y yo acudí con Miguel Ángel Morenatti, gran fotero con hechuras de Rambo. Maruja se abrió paso palpando bíceps por aquí y por allá, y exclamando en tono de celebración: ¡Pero bueno, qué comen los hombres de Cádiz! Media hora después me había dado varias lecciones de qué significa ser periodista. La frivolidad y la profesionalidad nunca riñen en ella. Su libro de Julio Iglesias puede estar en el mismo anaquel de Mujer en guerra en perfecta armonía.
Me contó Iván, que la adora con toda su alma, que, estando en Beirut, se hizo con su teléfono y decidió llamarla, porque sí. Nada tenía que perder. Al otro lado de la línea se encontró con una mujer encantadora que, sin ninguna extrañeza, le invitó a merendar ese mismo día: como si fuera de la familia.
A veces se le ha reprochado a Ágreda que dibuje a Maruja cada vez más esbelta, más juvenil, ignorando los naturales estragos del tiempo. Pero, si pensamos por un momento en la cantidad de periodistas de su quinta que se han buscado confortables despachos donde envejecer haciendo crucigramas, y pensamos en ella todavía al pie del cañón, llegaremos a pensar que Ágreda es un dibujante hiperrealista: Maruja Torres está cada día más joven. Y más guapa.
2 comentarios:
Además, realmente es cada día más guapa. En "Mujer en guerra" incluye fotos de toda su trayectoria y resulta que a los veinte años, ella era una chica de oficina feúcha, gordita y feúcha, y Joan Manuel Serrat tenía acné. Cuarenta años más tarde, los dos están bastante más guapos.
(Lo dice Iván, que la adora con toda su alma)
Está claro que, la próxima vez que se deje ver, tendremos que exclamar a coro:
-¡Oh, es ella!
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