domingo, 30 de noviembre de 2008

Especial 20-N (y III) García Montero

Ya dejé escrito en alguna entrada de este blog, y lo mantengo, que Luis García Montero es un hombre bueno. Bueno en el buen sentido machadiano, bueno a la manera en que nuestras madres querían enseñarnos a serlo. Así lo reconozco al otro lado del teléfono, esta tarde de 20-N en que me permito molestarlo no para hablar de poesía ni de libros, sino de una polémica que ha hecho mucho ruido en los medios, y que como tal quedará sofocada en pocas semanas. Un enfrentamiento que viene de largo con un tal profesor Fortes ha desembocado en una condena por injurias contra el poeta granadino, que dijo en un periódico de gran tirada que ese señor era un "perturbado" por decir que Lorca fue un fascista, entre otras cosas. Tras conocer la sentencia, García Montero ha tomado la libre decisión de abandonar su puesto en la Universidad. Encuentro a Luis sereno, como siempre, en su tono de voz, pero al transcribir las respuestas de la entrevista se trasluce un enojo de lo más natural.
Varios compañeros me han preguntado qué pensaba de esta historia. Mi primera tentación es decir que Luis se ha equivocado recurriendo al insulto, y dejando a su rival allanado el camino a los tribunales. Por otro lado, me resulta interesantísimo el modo en que este conflicto ha desatado debates paralelos muy interesados. Veo a gente cogiéndosela con un papel de fumar para pontificar acerca de los límites de la libertad de expresión, y a gente pintando con trazo grueso sobre la misma cuestión si conviene. Veo a gente aprovechando el tumulto para lanzar alguna patada en las espinillas -pacientemente guardada, sin duda- al poeta condenado. Veo a algún espontáneo aprovechando la coyuntura para arrimar el ascua a su sardina, ¡lo que gusta en este país una controversia visceral!
Puede que Luis García Montero se haya equivocado cayendo en la palabra injuriosa, él que tanta palabra bella ha puesto sobre el papel. Puede que sea justo hacerle pagar su error. Pero nada de eso da la razón a Fortes ni a los palmeros finos que le han salido al paso. Ninguna sentencia hace de ellos personas justas ni en posesión de la verdad. Y lo de ser bueno es algo que se demuestra con mucho, mucho tiempo, y no lo dicta ningún magistrado. La Historia, en fin, dictará el lugar de cada cual. La perturbación mental, por cierto, es admitida como atenuante.

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