"La otra noche vi a Miguel, me dijo que le llamaras". Eso me escribió una amiga. Pero pasaron los días, no di con su teléfono, pensé que sería más fácil escaparme un fin de semana a Madrid, donde siempre sabía dónde encontrarle. El pasado viernes mi amigo Miguel, Miguel Candela, apareció muerto en la calle Olivar que trasitamos juntos tantas noches. Todavía no me lo creo, no lo acepto, no quiero aceptarlo; espero que de un momento a otro suene el teléfono y sea él, avisando de que se baja para Cai unos diítas, que si nos vemos por allí.
A Miguel lo conocí en unos carnavales. Ni él ni yo teníamos compañía, y de una forma espontánea decidimos acompañarnos. Me contó que tenía un bar, ¡cuánta gente no tiene un bar en Madrid! Yo no podía sospechar que se trataba de la más grande casa del arte de todo el país, el lugar por el que pasaron a lo largo de dos décadas todos los monstruos del cante, el baile y el toque, desde Camarón y Paco a Fernanda y Bernarda, Morente, El Güito, qué se yo... Hasta a Brian Adams lo vi una noche dejarse caer por el Candela.
En un tiempo en el que solía pasar por Madrid muy a menudo, recalaba invariablemente en aquella esquina de Olmo y Olivar. Yo no era nadie, pero Miguel me honraba invariablemente con un trato especial. Era mucho más que darme mi sitio: me llevaba a cenar a Casa Patas o a oír flamenco al Colegio de Médicos, fuimos juntos a ver torear a Curro Romero en Vistalegre, sólo nos faltó un partido de su Real Madrid en el Bernabeu... La cueva de Candela, esa cuyas puertas cedían a altas horas para dar rienda suelta al arte para unos pocos elegidos, siempre estuvo abierta para mí. Estar al lado de Miguel en esas noches sin fin, oírle hablar, verle desenvolverse, equivalían a cursar varias carreras.
Luego me devolvía las visitas, casi siempre por Carnaval, solo o en compañía de su bellísima novia holandesa, Claire, princess Claire la llamaba él. La alegría de vivir, la búsqueda de los placeres sencillos, siempre guió sus pasos. Pero también vivió, como Machado, en guerra con sus entrañas. Una vez le dediqué un poema tan malo que el pudor me impide reproducirlo aquí. Ahora lo estoy llamando desde esta ventana, estoy haciéndole en vano la llamada que no le hice entonces. Pero el arte puro, la llama viva de mi amigo insomne, por una vez no me contesta.
2 comentarios:
Por aqui asoma la lagrima una amiga.No soy Miguel,pero igualmente llego a ti para acompañarte en el sentimiento que expresaste en su dia.
Conozco Candela,pero tal vez no lo he vivido de la manera en que lo has hecho tu.
Sonrie!!!Un besito de Guada
Olé. Sigo pensando en el. de vez en cuando. Pues, por aqui anda todavia, entre nosotros y camaron.
El Javi. Un amigo de Pepe Rubio.
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