¿Cómo no celebrar el nacimiento de una editorial, de una biblioteca, de un nuevo periódico, de cualquier suma de talentos y buenas voluntades? No sería yo quien me perdiera hoy la cervecita inaugural del nuevo sello Metropolisiana, y tantas ganas tenía de asistir al parto que me colé el primero después de Pepe Serrallé, uno de los padres de la criatura. Los cuatro libros que abren fuego son hermosísimos, y los dos que llevo bebidos -El arte inútil, de Manuel Gregorio González, y Oro de Manuel Rosal- de un notabilísimo interés.
Solemos decir que estos empeños sólo pueden ser cosa de cuatro locos, y desde luego algo de sano quijotismo siempre esconden. Pero este mediodía, allí había mucha gente arrimando el hombro. Algunos eran habituales de los aquelarres librescos, escritores, periodistas, traductores, gente del mundillo; pero también numerosos ciudadanos de a pie con la suficiente sensibilidad para valorar, y festejar en su justa medida, un alumbramiento tan hermoso. No sé si pecaré de inocente, pero creo que si los clásicos cuatro gatos de la cultureta son arropados por esa bendita gente corriente, la sociedad toda -en este caso la sevillana- da una muestra de fortaleza emocionante. ¡Y a las puertas del domingo de Ramos! Larga vida a Metropolisiana. Y al rocanrrol.
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