Nos gustaba sentirnos trovadores errantes, juglares modernos. Llevábamos varias semanas en la carretera, tocando por pueblos asombrosos, cuando recalamos en Rota, que es nuestra Saigón de andar por casa. El local era una taberna irlandesa, y estaba llena de banderines verdes porque daba la casualidad de que se celebraba St. Patrick. Mientras Juanlu y Dani afinaban sus guitarras y yo tensaba los cueros de las tumbadoras, muchos marines se acercaban a conversar. Ninguno se parecía a Stallone, ni a Schwarzenegger: eran chicos corrientes lejos de sus hogares, chavales con ojos nostálgicos y un poco despistados. Uno me habló largo rato de su novia y del surf en las playas de Florida. Pensé en La comedia humana de Saroyan, pensé en Los desnudos y los muertos de Norman Mailer. Nadie me afeó la chapa de No a la guerra en mi solapa; por el contrario, suscitó sonrisas cómplices y pulgares en alto.
Tocamos con ganas, sonó bien. Era nuestro conjuro, nuestro inútil modo de rechazar el espanto. Más tarde, cenamos con tres soldados españoles que también esperaban noticias. Eran tres niños, tres niños. Recuerdo una chica con un llamativo piercing en la nariz, encargada de comunicaciones en helicópteros. Comía pizza con avidez y nos preguntaba cómo era eso de ir con la furgoneta de un lado para otro, haciendo canciones. Al volver a Cádiz, de noche cerrada, la radio anunció que Bagdad había empezado a ser bombardeada.
3 comentarios:
pase a actualizarme con marzo!! ........ es maravilloso lo que me encuentro por aqui siempre!! ... siendo tan fanatica tuya y sin poder leerte todo lo que quisiera!! porque me debes tus libros!! el de poesias y el de los cuentos o relatos! .... suerte en cuanto a alejar el humillo!! ...... suerte y un abrazo!!
Aquel día yo estaba de viaje en Rabat. Recuerdo haberme asomado a toda prisa al balcón de mi habitación de hotel al enterarme, nada más amanecer, del inicio de los bombardeos. Esperaba inquietud, algún corrillo de gente indignada, más actividad que otras mañanas en los cafés. Necesitaba unir mi rabia a la de alguien. Pero nada. Aquel día apareció ante mis ojos como cualquier otro en la capital de Marruecos. El mismo parsimonioso trajín de siempre. El mismo ruido grisáceo del tráfico. El mismo andar despacioso de los peatones, mezcla de cansancio y aburrimiento. Y sentí tristeza.
Alejandro, mira lo que son las cosas iba navegando en mi cascarón de nuez y de pronto la corriente me trajo a tu casa champú. Aysss, Bagdad, allí estuve veinte días antes de que cayesen los pepinos y se escribiese la primera página negra y vergonzosa del siglo XXI. Algunos buenos amigos quedaron allí y ya no he vuelto a saber nada de ellos.
Un abrazo Alejandro. Y otro en forma de link a mi blog http://petisme.wordpress.com/
Ángel Petisme
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