Quién me iba a decir, cuando era un jovenzuelo cautivado por la poesía, el compromiso y la poesía comprometida -sobre todo latinoamericana- que iba a conocer algún día en persona a Gioconda Belli. Esta mañana sucedió el encuentro, pues la escritora vino a Sevilla a presentar El infinito en la palma de la mano, libro con el que ganó el último premio Biblioteca Breve. No es el mito de Adán y Eva mi pasaje bíblico favorito, pero disfruto con las variaciones. Para la Belli, junto con Caín y Abel vinieron sendas hermanas gemelas, que explicarían la difusión de la raza humana. Eduardo Galeano echa mano de una leyenda del Chocó colombiano para asegurar que el primer hombre y la primera mujer eran negros. Mark Twain escribe el más bello epílogo de ese episodio: "Allá donde estaba Eva, estaba el Paraíso". Y mi amigo Ilya, en una de nuestras charlas de madrugada, aportó su versión: según él, el castigo que transmitió el ángel aquel de la espada flamígera no fue el de ganar el pan con el sudor de la frente ni el de parir con dolor. Su mensaje fue mucho más dramático: "Cuando uno quiera, el otro no tendrá ganas; cuando el otro tenga ganas, el uno no querrá".
1 comentario:
En honor del copyright (o del copyleft, que tampoco prescinde del derecho moral de la autoría) sea dicho: la frase no es mía. La leí. No recuerdo dónde. Si tendría que jugármelo a dos cañas en el Cambalache, diría: Oriana Fallaci.
(como es menester añadir para todos aquellos nacidos a la lectura después del cambio de milenio: evidentemente, de cuando Oriana aún era la Fallaci, la más grande).
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