martes, 5 de febrero de 2008

Tata rompió su tambor

Hoy fue un día un poco desabrido, áspero; a diferencia de esos otros que se deslizan suaves por el calendario, éste transcurrió como crujiendo, a trompicones. Y ha terminado mal: mientras cenaba, he leído una necrológica de Mauricio Vicent: Tata Güines ha muerto.
El primer disco suyo que escuché, Pasaporte -grabado junto a otro prodigio de los tambores, el joven y malogrado Angá Díaz-, era una alucinación acústica de cabo a rabo. Tata tenía una forma tan sabrosa de tocar, tan racial, como si llevara a cuestas todo el acervo africano de sus ancestros, y a la vez una técnica muy desarrollada, complejísima, de la que aprendieron quienes hoy son grandes maestros. Inventó movimientos únicos, golpes sobre el cuero que apenas arrancaban te hacían decir sin duda: "ése es Tata". En este mundo de clones en serie, tener un sello propio e inconfundible es algo extraordinario. Él lo tenía.
Me hace feliz recordarlo en La Zorra y El Cuervo, un modesto templo jazzero en la Rampa habanera, nada menos que con Changuito y Cachao. Ese hombre menudo, que casi parecía estar en los pellejos, sacaba de sus manos una energía, una electricidad indescriptible. Me costó diez dólares entrar, y encima invitaban a un mojito. "Gallego, no entre ahí, que eso está muy caro", me decían las jineteras y los macetas. No supe explicarles que para mí no tenía precio.
Volví a verlo tocando, hace tan sólo unos meses. Fue en el Maestranza, de nuevo con ese hombre austero y magistral que es Changuito, y con el -al menos ese día- mamarracho de Diego El Cigala. Qué tristeza ver a esos dos monstruos dejándose tapar por un flamenco endiosado. En mi reseña lo consigné: "Diego, hijo, échate a un laíto, déjanos ver esas manos que no se ponen viejas", creo que escribí. Tata tocó poquito, pero sólo por verle hacer compás de guaguancó valió la pena.
Ahora está con los rumberos famosos de la canción: La muerte de Andrea Baro, Malanga también murió, Cayo Lilón y Pablito, murió Mulence y René, oh Chano, murió Chano Pozo... Y Mongo Santamaría, y Tito Puente, y Patato, y Angá. Ahora fue Tata. Qué fiesta debemos estar perdiéndonos en alguna parte, válgame Yemayá.

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