Amélie Nothomb, japonesa de familia belga, ha escrito una interesante novela, Diario de Golondrina, cuyo personaje central es un asesino a sueldo de extraña conducta. Una de sus características es sugestionarse con las canciones de Radiohead, y me pregunto qué tendrán música y crimen para que a los escritores les guste tanto relacionarlos. El Patrick Bateman de American Psycho es un loco del pop; creo recordar que Hannibal Lecter, en El silencio de los corderos, se deleita casi tanto con la música clásica como con el sabor de la sangre; y el desabrido protagonista de La flaqueza del blochevique -de acuerdo, no mata a nadie, pero es un peligro- escucha a todo volumen a Iron Maiden (aunque en la película ponen otra cosa, creo que a Extremoduro) mientras se encara con el mundo.
Nothomb recuerda también que "el protagonista de La naranja mecánica se volvía violento bajo la influencia de Beethoven". Pero ahí me pongo quisquilloso, porque eso sólo sucede en la versión cinematográfica de Kubrick; en la novela de Anthony Burgess, lo que primero estimula y luego atormenta al narrador es "la Tercera Sinfonía del veco danés Otto Skadelig". Un compositor que no existe, lo cual no obsta para que tenga más de 300 páginas en google y entrada propia en Wikipedia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario