Hay macrofestivales de música que fardan de fichar a lo más granado del momento. Asistimos cada día, por ejemplo, a las últimas incorporaciones del Rock in Rio Madrid, esa obscena aglomeración de estrellas para la masa. Otras convocatorias, por el contrario, apelan a la sentimentalidad -y la memoria- de las minorías. Hoy, camino del autobús, me detuve en la calle Resolana ante el cartel del festival Atarfe Rock, que se celebra a primeros de marzo. Algunos nombres, como Destruction o Exciter, me retrotrajeron a tiempos remotos en que mi cráneo estaba cubierto de tirabuzones y en mi casa la familia al completo me pedía que bajara la música del tocadiscos. Cuando he leído el nombre de Ratt, me ha parecido algo así como un conjuro decimonónico. Con los Danger Danger he visto en flash-back una cinta de casete TDK con los títulos de las canciones garrapateados a mano.
Pero los que más me han impresionado -y me tientan para asistir- son Slaughter. A esos sí que los veneré, desde el primer disco, Stick it to ya, con su bellísima chica en la portada; o incluso antes, cuando algunos de sus componentes militaban en Vinnie Vincent Invasion. Sé, amigos, que todo esto no os va a decir nada. Me apena no poder compartir con vosotros las hondas pero intransferibles sensaciones de oír a todo volumen Gave me your heart, Up all nite, Spend my life, Reach for the sky, Street of broken hearts...
Ni mis demandas emocionales de ahora son las de mis 17 años, ni creo que el efecto que puedan causarme esas canciones sea remotamente parecido. Pero esos asideros de humo y decibelios, soy consciente, me salvaron la vida muchas veces. Nunca me fallaron cuando los necesité. Ahora resucitan en algún lugar de la provincia de Granada que ni siquiera sé localizar en el mapa, vienen de mucho más lejos que su Nevada (Las Vegas) original, vienen de un tiempo y de un lugar que ya no existe. No sé si me animaré a verles, pero qué menos que dedicarles este post colmado de gratitud y devoción.
Quizá sea cierto lo que la voz chillona de Mark Slaughter vociferaba al comienzo de The wild life, en este caso aplicado a la memoria: You can run, but you can't hide...
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