Yasmina Reza, brillante dramaturga -Arte-, se pegó durante meses a Nicolas Sarkozy y emborronó docenas de cuadernos con cuanto veía y oía. El resultado es El alba la tarde o la noche, una amalgama de notas deslavazadas que me recuerdan a aquel personaje de Borges que se proponía la tarea de dibujar el mundo, y antes de morir descubre que las minuciosas líneas acumuladas trazan la imagen de su rostro. A Reza le ha salido, después de meses de escritura sobre la marcha -por aire, mar y tierra- el rostro de Sarko. Lo malo es que el perfil es de un hombre con el que ni por mucho dinero me tomaría yo un café. Pura testosterona, implacable, seductor, ambicioso, seguro de sí mismo, salvado del peligro de la humana duda: adjetivos todos, como se ve, ambiguos, susceptibles de ser interpretados como virtudes o como defectos.
Subrayo una frase: "Mira, lo tengo todo para estar contento, soñaba con tener un partido y lo tengo, soñaba con ocupar los más bonitos cargos ministeriales y los he tenido, soñaba con estar aquí [en la carrera por la Presidencia] y ya estoy. Pero no tengo emoción". Los dioses nos castigan concediendo nuestros deseos. Hay que pedir con más cuidado.
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