domingo, 7 de diciembre de 2008

Espido Freire en la memoria

Uno de los grandes hallazgos de la excelente Buscando a Nemo era aquella Dolly cuya memoria de pez le impedía recordar nada de un rato para otro. Tan compulsivo alzheimer puede crear situaciones terroríficas -por ejemplo, no recordar a los enemigos como tales- pero también tiene sus ventajas: nos da una nueva oportunidad para mostrarnos ante el olvidadizo como seres mejores, exentos de las malas impresiones que hayamos podido dejar con anterioridad.
No quiero usar en ningún caso este argumento para apoyar al execrable movimiento contra la memoria histórica que tanto se prodiga últimamente en los medios, sino para hablar de mi extraña relación con Espido Freire, a la que acabo de entrevistar a propósito de su nuevo libro de relatos, El trabajo os hará libres.
A Espido la conocí en Cádiz, cuando la invitamos a dar una conferencia, que yo mismo presenté, en los encuentros Fronterasur. Su obra, aun teniendo sus bondades, nunca ha llegado a volverme loco, pero ella me parece una chica inteligente, con arte y muy currante, de modo que desde el principio contó con todas mis simpatías. Unas semanas después de conocernos en mi ciudad, fui a una charla suya en Madrid, después de la cual me acerqué a saludarla. Fue en vano: me había olvidado por completo. Ella se disculpó con mucho apuro, yo le quité toda importancia. El caso es que esa embarazosa situación se ha repetido en las diez o doce situaciones similares en que hemos vuelto a vernos: en la FNAC, en la Fundación Lara, en los premios Ateneo, en los últimos Planeta...
Por eso, para esta última entrevista me presenté como "el periodista del que nunca te acuerdas", saludo que trajo el habitual protocolo de disculpas por su parte y perdones por la mía. El cuestionario, creo, quedó muy bien, pues Espido lleva muchos años estando muy presente en los medios y domina ese formato. Quedé tan contento que le escribí un correo dándole las gracias por su tiempo y su amabilidad. La respuesta, esta vez irónica, no se hizo esperar:
-Perdona... ¿Tú quién eras?

8 comentarios:

Antonio García Villarán dijo...

Pues a ti no te recuerda, pero con nosotros se portó bastante mal.
Despreciandonos sin conocernos ni nada, por un email que le enviamos invitandola a nuestros actos poéticos. Su respuesta no pudo ser más grosera, incluso después de disculparnos por haberle enviado el email, que no era de otra cosa que información sobre nuestros libros, recitales y Festival de Perfopoesía.
Y es que de estrellitas está el cielo lleno.

fritanga dijo...

Jo, con el "fraile desnudo".

Ilya U. Topper dijo...

Yo siempre tendré una espina clavada con Espido: no haberme dado cuenta que antes del maravilloso invento del móvil - o antes de que uno acceda a tal invento - no es prudente citarse en un bar de dos pisos: puede darse el caso que uno espere abajo y el otro, arriba.

Lo que son los olvidos, no puedo menos que instar a todo el mundo a perdonarlos, instantáneamente. Por interés propio, vamos. Tengo que pedir tantas disculpas por no recordar a alguien que me saluda que ya he pensado imprimir una especie de tarjeta de visita y repartirla en cuanto me presenten a alguien o, mejor, prendérmela de la solapa: "Atención: tarjeta de memoria defectuosa. El programa de reconocimiento visual no responde".

Alejandro Luque dijo...

Amigo Cangrejo, vamos a pensar que no tenía un buen día. Yo voto por darle otra oportunidad. ¿Para qué, si no, se inventó el olvido? Abrazos.

Alejandro Luque dijo...

Querido Fritanga, la traducción literal es correcta, pero mi información es que los apellidos son reales: María Laura Espido Freire. Qué cosas, ¿no? Abrazos!

Alejandro Luque dijo...

Querido Iván, no desaprovecha usted una entrada de este blog para arrimar el ascua a su sardina. Permitido queda, por supuesto, porque mi casa es su casa (de hecho, tiene llaves). Pero esta vez, y sin que sirva de precedente, se lo admito porque Espido SÍ se acuerda de ud: siempre me pregunta: "Ahhh, ¿tú eras el que tenía un amigo alemán muy raro...?" Besos!

Rosario Troncoso dijo...

Hola Mr. Luque, ¿cómo está usted? Te felicito por tu blog, el cual sigo a menudo, aunque nunca me dé por comentar.
Pero hoy he tenido más tiempo, y me ha llamado la atención la entrada.
No conozco a Espido Freire personalmente, no me disgusta como escribe, aunque no es de mis favoritas.
El caso es que no sé como será esta buena "mushasha", pero estoy un poco con lo que ha comentado el Cangrejo Pistolero.
Hay muchas divas (y divos) en este mundillo.
Soy profe de literatura de insti, y bueno, en una ocasión invitamos a un recital poético a un escritor (reconodillo, con "illo", vamos que tampoco es pa tanto) para que participase con los chavales, acercándoles su obra, animando a la lectura y fomentando los valores que tanto defiende este señor, abanderado de "todo".
La cosa es que no avisó y no apareció ( y vive en el mismo pueblo), ¿se olvidó?. Como entre el cielo y la tierra no hay nada oculto, supimos la razón: que no le apetecía (nosotros no íbamos a pagarle, tan solo íbamos a tener un detalle con él). Vamos, que no quiso bajar escalones y hablarle a un público tan poco interesante como gente de segundo de bachillerato...
Y sí, el cielo está lleno de estrellitas y estrellitos. Es una pena.
Pero claro, eso ocurre en contadas ocasiones. En mi corta y atropellada experiencia,colecciono buenos momentos en mayor número que sinsabores (éstos los olvido).
Pero bueno, la Espido Freire habrá tenido un mal día. O muchos.
Estuve en Fronterasur ese año, y recuerdo perfectamente su intervención, y de ti me acuerdo siempre.
Te prometo que si me convierto en una odiosa poeta reconcodilla, con el "illa" también, siempre recordaré tu nombre. Además me he quedao con tu cara....

Alejandro Luque dijo...

Chari querida, mil gracias por tu post. Yo creo, por una parte, que los escritores deben ponerle el precio que crean conveniente a su trabajo, que es tan respetable como el del fontanero o el electricista. Pero también es cierto que en determinadas causas, como fomentar la lectura en los institutos, en clubes de bibliotecas, etc. hay que arrimar el hombro sin pensar tanto en el caché. En resumen, que cada cual es dueño de ir adonde quiera, pero hay que exigir formalidad, profesionalidad, tanto en quien invita como en quien acepta. Y bueno, que espero que a ti no te falten las invitaciones, eres una poeta (¡y una ciudadana!) estupenda, besos!