En casa, hablando de regalos de Reyes. Nada que pedir. Nada importante, quiero decir. Todos los caprichos materiales que iban saltando, fueron satisfechos sobre la marcha a lo largo del año. Discutimos sobre la conveniencia de comprar, por ejemplo, una pantalla de plasma. Pero, ¿para qué? El armatoste que tenemos se ve bien, aunque lo vemos bien poco. Además, ¿dónde iba a posarse la gata para recibir el chorro de aire caliente de la calefacción? Podemos decir que tenemos de todo. Y de muchas cosas, por duplicado. Hay en ello una plenitud, y también un vértigo. Podríamos pedir salud y amor -nunca es suficiente con eso-, pero no a los Reyes, sino a nosotros mismos. Podíamos pedir tener menos cosas superfluas, no sea que nos distraigan de las importantes.
Me alegra tener a mano, y de mi parte, al siempre lúcido Gilles Lipovetsky, la larga entrevista con Bertrand Richard publicada bajo el título La sociedad de la decepción: "Nada reducirá la pasión consumista, salvo la competencia de otras pasiones", dice haciéndole los coros a Spinoza. Y sigue: "El hombre no sólo es un ser comprador, también es un ser que piensa, crea, lucha y construye". El poder comercial, nos dice, es tremendo, pero no ilimitado. Tal vez sea tan estúpido rebelarnos contra él de un modo radical como no neutralizarlo parándonos a pensar un rato qué carta de Reyes queremos de veras escribir.
El libro de Lipovetsky se me antoja de lo más optimista, y suscribo su alegre curiosidad: algo interesante va a ocurrir después de que nuestro consumismo desaforado nos deje exhaustos. Aún queda, pero algo va a pasar. Por lo que a mí respecta, espero no haber llegado al colpaso mallarmeano: al menos de momento, ni la carne me parece triste, ni he leído todos los libros.
2 comentarios:
... y yo que he besado tan poco!
Recuerda que lo importante de los besos, y Lipovetsky estaría de acuerdo conmigo, no es la cantidad, sino la calidad. Por cierto: muchos besos pa ti, feliz año!
Publicar un comentario