Aparece la Matute con aire de extrema vulnerabilidad, muy delgada, con paso indeciso y apoyada en una muleta. La encuentro más delgada que nunca, pues ha pasado varios meses de hospital en hospital. Pero, apenas toma posesión del micro y se regala el primer trago de Cardhu, exhibe una vitalidad arrolladora, despliega su proverbial buen humor y hasta se permite bromear ejerciendo de abuelita sordeta y desvalida, cuando está mejor que toda la prensa reunida en el acto.
Decían los antiguos -y muchos médicos- que el apetito es una irrefutable prueba de buena salud, y la Matute remató su presentación invitándonos a quedarnos al cóctel posterior al grito de "¡A las croquetas, a las croquetas!". Por cierto que lo de la crisis debe de ir en serio, porque vi a una señora que no era de ningún medio colarse para rapiñear tres canapés, y pasar luego la vergüenza de ser expulsada como si fuera un granujilla dickensiano, ¡en el Palace!
La buena salud de la Matute, su longevidad lúcida y bienhumorada, fue la noticia grata del día. La mala fue la mala salud de Casavella, que esa misma tarde sufrió un infarto con cuarenta y cinco años y dejaba este mundo a menos de un año de ganar el premio Nadal. Dicen que se cuidaba poco, que llevaba mala vida, yo no lo sé. Al saber de su muerte, y determinista como soy, me quedé un rato abstraído mirando el logo del sello en el que ambos, Matute y Casavella, tienen publicados sus libros: editorial Destino.
4 comentarios:
Luque, qué envidia (por la Matute y por saber contarlo).
La suerte bien repartida. Me alegra saber que ha sido usted feliz en Madrid. Ayer se le echó de menos.
¡Pero Carmen, me perdí la fiestecita de El Correo! Claro que siempre habrá más almuerzos de esos que ocasiones para ver a la Matute, ¿o no?
Querido Fritanga, y bien que lamento mi ausencia del aquelarre "an cá" Antoñito. Me dijeron que el momento Freddy Mercury, como siempre, memorable. ¿Nos vemos en la próxima!
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