domingo, 17 de agosto de 2008

Route 66 (IV) Santa Monica, fin de trayecto

Pasadena, ciudad amable y pacífica de palmeras esbeltas, parques coquetos y ardillas nerviosas correteando por las aceras, la luz y el aire mismo proclaman que estamos en California. Una palabra inflada de resonancias sugerentes, de imágenes de películas y estribillos de canciones y viñetas de cómic: no es que hayamos llegado a California, es que nunca salimos de ella. Estamos a un paso de Los Angeles, y para mí esa ciudad es, siempre será la capital del rock que ilustró mi adolescencia, el mismo que sigue acompañándome en estos treinta y pico. Y entre la masa de grupos, de vinilos y pósters, un grupo: Mötley Crüe, la encarnación del esparcimiento ilimitado, aquellos que llevaron la santísima trinidad -sexo, drogas, rocanrrol- a cotas insólitas y nunca igualadas.
Los Crüe, después de tantos años, siguen vivos. En Pasadena compro su último disco, titulado precisamente Saints of Los Angeles, que empieza con un mensaje de bienvenida a la ciudad del vicio y la perversión que ellos mismos ayudaron a consagrar. En esta tarde soleada, deslizándonos por una congestionada autopista de seis carriles, nos adentramos en la capital, hoy sin duda decadente, de la música. Los rascacielos se recortan en el cielo claro, pasamos por la animada chinatown donde hasta las gasolineras parecen pagodas, acusamos cierto desnorte y finalmente damos con el camino a Santa Mónica, donde el río negro de la Ruta 66 viene a morir al mar.
El Pacific Sands, motel donde pasaremos los próximos días, posee el aire melancólico de los lugares que han conocido tiempos mucho mejores. La playa, que se pierde más allá de donde la vista alcanza, que me hace pensar en Chandler, y en Scott Fitzgerald, y en el pobre Peter Viertel al que nunca llegué a entrevistar, también tiene algo de dama que quiere aparentar la edad que ya no tiene. O quizá sea la pena que nos da haber culminado la Ruta, la carretera cómplice que nos trajo hasta aquí.

2 comentarios:

Antonio Rivero Taravillo dijo...

Me cachis en la mar (el frío Pacífico). Un poco más y nos tropezamos el uno con el otro paseando por Santa Mónica. Yo estaba en el Ambrose (calle 22 esquina con Arizona). Qué de recuerdos me traen tus posts californianos. ¿Sabes que Cernuda vivió todo un curso en el 757 de Ocean Avenue, esquina a Montana, frente a Palisade Park y a unos pasos de donde va a morir la Ruta 66? Abrazo fuerte.

Alejandro Luque dijo...

Amigo Antonio, no tenía ni idea de lo de Cernuda, pero me habría encantado coincidir contigo en la soleada "Sanamonia". Tendrá que ser en Sevilla, pero que sea pronto! Un abrazo!