martes, 5 de agosto de 2008

Far west (II) More is more

En El planeta americano, Vicente Verdú destaca el gusto de los estadounidenses por la cantidad. El buffet More del hotel es una buena prueba de ello. Su lema: "Less is not more. More is more". También lo es la piscina, inundada por la luz solar que refleja, como un espejo, la pirámide del hotel. Compro una botella de agua mineral marca Luxor y compruebo que también son exagerados en materia de pureza: "This pristine purified drinking water is processed by Carbon Filtration, Reverse Osmosis, Microfiltration, UV Treatment and Ozonation". No sabe a nada especial.
De pronto, el cielo se oscurece, empieza a chispear y todo el mundo huye como de una catástrofe. La piscina queda clausurada por decreto meteorológico. ¿Qué hace uno en Las Vegas un día de lluvia? Nueve de cada diez encuestados diría: entrar en un centro comercial, el templo de la abundancia y la diversión. El que visitamos tiene una barra de degustación de oxígeno, la mayor variedad de carcasas de i-pods que quepa imaginar, un lugar para recibir masajes en los pies y una galería de arte en la que comparten espacio horrendas piezas kitsch con obra gráfica de Picasso y Renoir, que la publicidad sólo alcanza a definir como "breathtaking".
El descenso por el Strip reafirma la idea de una Disneyland concebida para los adultos, para el niño que hay dentro de cada adulto. El Excalibur, El New York New York, el MGM, versiones de París y Venecia... Pero en realidad nadie ha querido reproducir fielmente esas referencias; por el contrario, lo han hecho todo de tal manera que se note que son burdas copias. Igual que quienes acuden al espectáculo America Superstars y no paga por ver a Michael Jackson, a Marilyn o a Elvis, sino a tipos que los imiten de tal modo que provoquen la sorpresa o la hilaridad.
El downtown, con sus esquinas decadentes pero con alma, es la demostración palpable de que todo, incluso Las Vegas, puede ser clásico, y bello, sólo con dejar que el tiempo haga su trabajo. Frente a estos carteles desvaídos, cargados de polvo y nostalgia, proliferan las wedding chapels, los lugares donde, por puras razones espaciales, más unidas estarán siempre las parejas. Pasamos frente a una y vemos a unos recién casados posando para el fotógrafo, subidos a un carro con guirnaldas. El caballo que tira del vehículo es de plástico.

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