domingo, 31 de agosto de 2008

Por Cerdeña (III) El Nuoro de la Deledda

No es que haya alumbrado Cerdeña a muchos escritores, pero sí buenos. Puede presumir la isla de tener incluso a una premio Nobel, Grazia Deledda, que de algún modo nos obliga a desviarnos de la ruta marítima para visitar su ciudad natal, Nuoro. Villa del interior, resplandeciente en medio de la tupida oscuridad de las montañas, no cuesta nada imaginarla como un espacio bastante opresivo para una muchacha de finales del XIX, por más que hoy despliegue notables jaleos de verbena a lo largo y ancho de su casco histórico. Cenados y con su buen traguito de mirto en el cuerpo, nos vamos pronto a la cama para aprovechar la mañana siguiente bien descansados.
"No hay nada que ver en Nuoro, cosa que, a decir verdad, siempre es un alivio". No había entendido esta afirmación de D.H. Lawrence hasta que, después del capuccino, caminé un rato por sus calles apacibles, nada afectadas. La calle Grazia Deledda conduce a la casa natal de Grazia Deledda, cerca de la cual hay un supermercado con el nombre de la única novela que me he leído de la Nobel: Cósima. Guardo el ticket de una pequeña compra como prueba.
La casa museo, muy cuidada, es más interesante de lo que esperaba. Después de conversar un rato con los vigilantes -maravillados con el hecho de que los españoles jugáramos de niños, como ellos, al trompo o la peonza, trotola en italiano, que aquí llaman bardofula y tienen por invento bien sardo- exploramos las habitaciones de la Nobel, observamos su caligrafía espinosa en los manuscritos expuestos y sus facciones rígidas en varias fotos. Poco agraciada en la isla de las guapas, rodeada de mar pero criada entre colinas, la Deledda -como su medio coetánea Maria Messina en Sicilia- quería escapar, decir adiós a todo esto, y encontró la llave en la literatura. Tanto quiso alejarse, que se coló en Estocolmo y tropezó con las prestigiosas coronas.
A la salida, los amigables vigilantes nos invitan a dejar una firma en el registro de visitas. Por tanta bella ciclista sonriente como hemos venido viendo estos días, pero también por la lucha paciente y emancipadora de todas las Deleddas que en el mundo han sido, sólo se nos ocurre un único comentario: "Vivan las sardas!"

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