miércoles, 14 de mayo de 2008

Pepe Quero, poeta en las tablas

Una de las sorpresas que trajo esta última Feria del Libro de Sevilla fue la revelación de Pepe Quero como poeta, gracias al libro Tengo un amigo que no tiene amigos que tan bellamente han publicado los chicos de El Cangrejo Pistolero. Me reafirmo en la idea de que muchísima gente puede escribir buena poesía con un poco de sensibilidad y lecturas adecuadas, y Quero tiene ambas cosas. Lo difícil, y es el punto en el que este libro se vuelve más débil, es saber seleccionar muy bien -o sea, saber renunciar- y equilibrar los contenidos: eso marca la diferencia y hace muy grandes a los grandes. Pero insisto, me parece que el actor sevillano ha publicado unos textos muy dignos y, sobre todo, coherentes con su trayectoria en la compañía Los Ulen. Los colores, los juegos con el absurdo y lo surreal, la niñez, el humor y el abrazo -doloroso o apasionado- a la realidad que caracteriza sus montajes están también presentes en sus versos.
Creo que fueron ellos, cuando aún se llamaban Ulen Spigel, los primeros teatreros que fui a ver yo solo, sin que nadie me invitara, sin compañía, por mi propio pie. Fue en 1991 -yo tenía 17-, en el teatro del colegio Valcárcel, y su título era Mucho sueño. Salí maravillado y con una fe renovada en las posibilidades del teatro para, nunca mejor dicho, hacer soñar. Ahí estaba Pepe Quero, ese señor de gafas negras con el que ahora me cruzo por la Alameda algunas mañanas, y al que de vez en cuando le piden autógrafos porque, según dicen, sale en la tele.

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