sábado, 24 de mayo de 2008

Charles Lamb, fumador

En algún sitio dije que esto de abandonar el tabaco tiene todo el drama de una ruptura sentimental. Pues bien, ahora estoy en la fase en la que por primera vez uno empieza a entender que su vida puede ser independiente de la amada, o que hay vida después de ésta. Yo puedo vivir sin ti es el título de una de mis canciones favoritas del gran Luis Felipe Barrio, un hermoso grito de emancipación que quiere ser el reverso de tanta letra de amor subordinado, algo así como el negativo de Ne me quitte pas.
Algo de esto pensaba mientras leía un libro de retratos literarios -breves y eficaces, muy a la manera borgiana- de Julien Green titulado Suite inglesa. Desde luego, no deja de tener su gracia el hecho de que un autor gabacho se ocupe de sus colegas de la péfida Albión, con lo suyos que son unos y otros. Pero ese es uno de los atractivos del libro, amén de una edición exquisita.
De los cinco clásicos del XIX consignados por Green, acaso el menos conocido sea Charles Lamb, por el que no tardo en sentir una simpatía elemental: "Procuró veinte veces deshacerse del hábito de fumar y de beber (...) lucha consigo mismo sin tregua, pero su debilidad es más fuerte que sus resoluciones". Amigo de De Quincey y de Wordsworth, sospecho que se trata de esos autores cuyo personaje es mucho más interesante que su propia obra. Su lucha con el tabaco es de por sí algo novelesca. Cuenta Green: "Un día se paseaba con William Hone en Hampstead Heath. Hone tomaba, igual que Lamb, muchísimo rapé. Hablando de este tema, se pusieron de acuerdo en que era indigno tomar tanto, y los dos se exhortaron a liberarse de esta servidumbre y arrojaron entre los arbustos sus cajas de tabaco. Lamb, un poco avergonzado, se fue a buscar la suya en la maleza de Hampstead Heath y, como andaba agachándose, tropezó con alguien en la oscuridad: era Hone, que buscaba la caja".
A las rupturas sentimentales y a la renuncia del tabaco, ya se ve, debemos ir solos.

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