Fue de los primeros artistas que conocí al llegar a Sevilla, y desde la primera hora me pareció un ser humano entrañable y de una pieza. Ahora mucha gente lo ha redescubierto por un programa de copla de cuyo éxito es él principal responsable, pero la leyenda de Pive Amador viene de muy atrás, desde los tiempos en que fuera sombra y muleta de Silvio, el inolvidable rockero hispalense.
El silencio preceptivo de estos días no estaba facultativamente reñido con la música, y fue ésta la que me condujo a una lectura que tenía pendiente desde hacía mucho. Canciones en la Historia es un libro que tiene su tiempo, sí, pero su contenido carece de fecha de caducidad. Su gran lección es que la Historia que nos enseñan en la escuela es, salvo excepciones, la Historia de los gobiernos y las banderas, de las fronteras y de las guerras, una Historia del poder. La Historia del Arte va, profilácticamente, por otro camino. ¿Pero qué sucede con la Historia de las cosas que realmente importan? Qué poco sabemos de la evolución del vestuario, o de la comida. Qué poquito de las músicas populares, que forman parte de nuestra memoria colectiva de manera imprescindible, esencial.
Con mano rigurosa y paciente, Pive se propuso contarnos de dónde vienen La Marsellesa, Noche de Paz o Cumpleaños feliz, pero también El manisero, Cambalache, Ojos verdes, Lili Marlen, La vie en rose, Cantando bajo la lluvia, Satisfaction, Yesterday, La chica de Ipanema o El rey de José Alfredo Jiménez. Esas ocurrencias que seguirán calentando los corazones mucho después de que los nombres de papas de Roma, generales y mandamases hayan sido limpia y justamente olvidados.
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