Es muy difícil no querer a Mauricio Wiesenthal leyendo sus libros, pero más difícil es no hacerlo después de compartir con él un cortado madrugador. Criado en Cádiz -que algún día tendrá que darle su sitio, en justa gratitud-, tuvo al viejo Pemán como primer mentor, pero por alguna feliz intuición supo que para la literatura siempre hay tiempo, y que es la vida la que tiene que empezar siendo una obra de arte. Leyó y escribió, pero también se hizo concertista de flauta, catador de vinos, viajero siempre, golondrina esnob: a Europa en verano y a África en invierno. Elegancia impoluta y un poco retro, verbo florido que se hace más divertido y menos protocolario conforme va ganándote simpatía, quedamos para una charla rápida y la entrevista se prolongó una hora y media. Éste es el estracto que publiqué:
«Tengo la conciencia de ser el último mohicano»
–Leyendo sus libros, uno llega a la conclusión de que usted lo ha leído todo, lo ha visto todo. ¿Quiere desmentirlo?
–Sí, porque lo he soñado todo. Lo importante es ver soñando, porque la vista alcanza muy poco. Ver soñando y ver sintiendo, también.
–Tituló unas memorias suyas Llegar cuando las luces se apagan. ¿Se considera el último testigo de su era, un fin de raza?
–Sí, claramente. Me he empeñado en serlo y tengo la conciencia de ser el último mohicano. Nací en esa Europa del año 43, en medio de un bombardeo, y pensé que había que reconstruir lo que encontré en ruinas.
–Habla usted de una época perdida, “más rica, más exigente, más intensa”. ¿Qué nos ha pasado para perder todo eso?
–Hablaba literariamente, pero estoy convencido de que aquella Europa, en efecto, murió. Hoy somos una colonia de los Estados Unidos, tenemos los ideales anglosajones de la vida práctica, un sistema de valores muy distinto del nuestro, que era más elegante y más apropiado para el arte.
–Ahora viajar está chupado. ¿Eso es bueno, o malo?
–La base de la vida es el deseo. Antes había que desear las cosas, soñarlas mucho tiempo, y el viaje era una escuela de iniciación. Poder hacerlo todo con demasiada facilidad lleva a muchos, como en el amor, a no valorar las cosas.
–Ha sido usted catador de vinos. ¿Qué es más fácil reconocer a la primera, el buen tinto o la buena literatura?
–Es lo mismo. Todo es cuestión de intuición, de emotividad. Abandonarse a la armonía, al gusto, y sobre todo a la gracia. La civilización anglosajona da valor al trabajo, nosotros como mediterráneos damos valor a la gracia. A figurar que las cosas no han costado trabajo.
–¿Cualquier persona puede convertirse en personaje?
–Sin duda. Sólo se necesita autenticidad, ser uno mismo, no copiar. La clonación de los tipos humanos es de los grandes aburrimientos de la sociedad actual.
–¿Llegó a creer que se iría de este mundo sin ser leído?
–Yo sigo estando dispuesto a dar mi obra haciendo lo que creo, luchando por mi fe. A cierta edad se siente uno muy testarudo, y frente a la cultura del triunfo, yo pienso que el más fuerte es el que más encaja.
(El Correo de Andalucía, 23/05/09)
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Otra entrevista con Wiesenthal:
http://www.mediterraneosur.es/prensa/wiesenthal_mauricio.html
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