sábado, 12 de mayo de 2012

Deconstructing Poli



Nunca hemos sido lo que se dice íntimos, pero lo cierto es que nos conocemos desde hace ya bastantes añitos, de los tiempos en que él dirigía la revista Sin embargo... Prologó la narrativa breve completa de mi maestro Quiñones. Le he entrevistado varias veces y he dormido junto a él en un avión, lo cual une mucho. Viene de la Sierra de Huelva, tan sana y hermosa, aunque si lo pienso bien, tiendo a creer que viene de la Literatura, provincia de Cortázar.

Ha pasado dos años muy jodido con un problema de columna que casi no le permitía mantenerse en pie. Me espanta la idea de que muchos de sus amigos, en plena era de la comunicación, cuando te enteras de un gol de Messi tres segundos antes de que lo marque, o recibes en tu móvil el escrutinio de las elecciones malayas en tiempo real, no seamos capaces de enterarnos de que alguien querido está sufriendo. Para ayudarle a sobrellevar la convalecencia de una delicada operación, hemos montado un acto esta tarde en la Feria del Libro, 'Desmontando a Poli', uno de esos raros homenajes de la literatura que no necesitan ni premio, ni libro ni el deceso del homenajeado.    

–Es el único autor de la Feria sin novedad editorial. ¿Alega algún otro mérito?

–Creo que estar malito es un grado, ¿eh? Pero la verdad es que llevo tiempo con un discurso de escritor que no escribe, y la hernia me ha venido muy bien para justificarme. El mérito, en todo caso, será de la Feria.

–Jóvenes exitosos como Félix Palma o Muñoz Rengel le llaman maestro. ¿Les enseñó mucho?

–Eso me da mucha vergüenza, porque yo he trabajado a la vez que ellos. Bueno, Félix vino un día a casa y se llevó todos los libros premiados que tenía, para estudiarlos. Se los bebió y empezó a ganarlo él todo, pero con su talento.

–Lleva años tratando de demostrar que, en literatura, menos es más. ¿El éxito del cuento actual lo siente como una conquista personal?

–No, pero sí como una conquista de un grupo que hemos peleado para que el género tuviera el lugar que se merece en España: autores, editores, libreros, prensa. A mí me dolió mucho tener que publicar una novela para llamar la atención. Eso ahora ya no hace falta.

–Sus libros le han llevado hasta China. ¿Entendieron su humor?

–Creía que se estaban quedando dormidos, pero es que tienen los ojos así. La verdad, nunca he tenido ni idea de qué leen cuando me traducen. Fíjese, mi primer cuento traducido en Marruecos se titulaba Jamón en escabeche. Ya es mala pata.

–Los escritores serios, ¿qué esconden?

–A mí me dan mucho susto, y me aburren. Sólo hay tres que me gusten, Eduardo Jordá, Menéndez Salmón y Rafael Balanzá.

–En sus años mozos leyó a Borges. ¿Qué diría hoy el maestro de Cristina Kirchner?

–Tal vez ‘Fue bueno quedarme ciego’. Pero yo luego me hice de Cortázar, a quien me traería a casa sin dudarlo. A Borges, no.

–Remató uno de sus cuentos con tres finales. ¿Cómo querría terminar esta entrevista?

–Tres finales estarían bien, pero vale también una disculpa: ‘Después de tanto tiempo sin hacer entrevistas, el hombre estaba desentrenado...’.

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