"Hablamos espagnol!", dice desplegando los brazos y la sonrisa el taxista del puerto, cuyo vehiculo compartiremos de nuevo con una viejita. Tales entusiasmos encubren por lo general alguna picaresca, pero esta vez la alegria parece sincera. El tipo vivio, segun nos cuenta, en Catalugna, y para el no hay tierra mas parecida al alma griega que la espagnola, sobre todo Andalucia. No se pone tan didactico como su colega de Creta, pero su orgullo si sale a relucir:
-Grecia tiene 300 islas, y cada una es un mundo. Pero cuando vuelvan, vayan al continente, veran maravillas.
El es de Tesalonica, y piensa regresar en breve. "Alli tengo un paradiso", asevera.
A esta hora de la madrugada, la vieja y desalignada Atenas me inspira simpatia, pero no deja de sorprenderme su atraso. Ni el chofer ni la anciana llevan cinturon de seguridad, a pesar de que vamos a una velocidad considerable. El hombre pide permiso para fumar y explica que aqui han intentado imponer la ley antitabaco, pero no funciona: nadie hace caso. Se sorprende de que en Sevilla mucha gente vaya en bicicleta, y asegura que el problema de Atenas no es la contaminacion, sino el hecho de que los tomates no saben a nada.
Tambien nosotros hemos fumado en los aviones, hemos pasado ante la Giralda negra como el carbon, nos hemos burlado de las costumbres londinenses de pubs libres de humo, nos han parecido ridiculos los ciclistas y unos timoratos los conductores que llevaban cinturon, todo ello mientras nos jactabamos de vivir en el mejor de los mundos posibles. Pero todo llega, aunque a veces demore una, dos, tres decadas.
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