Redactar necrológicas de amigos no es grato. Ya no soy joven y, sin embargo, a veces siento que llevo demasiadas. La última fue de Juan Manuel González. Salió el teletipo y se me heló la sangre. Pensé en la última vez que le vi, en Madrid, en la presentación del poemario de Julia Uceda... No, era con la novela de Magdalena Lasala. Lucía muy pálido, achacoso, apoyado sobre un bastón. Las cosas le habían venido, al parecer, feas, pero nadie creía que tanto. Recuerdo que Ana Gavín, de Planeta, le espetó cariñosamente para que soltara el báculo ese, que le echaba encima veinte años, ¡con lo coqueto que había sido Juan Manuel siempre! De eso hacía ya unos meses; el otro día, me cuentan, el poeta se descerrajó un tiro en la frente. Un tiro, Juan Manuel, como si fueras Werther o José Asunción Silva.
"Fui a una revisión rutinaria -nos contó una vez- y me sacaron de todo: azúcar, colesterol, triglicéridos, qué se yo... Le pregunté al doctor cómo podía ser eso. ¿Qué edad tiene? Cuarenta y dos, respondí. ¿Qué ha hecho los años anteriores? Fumar, beber, trasnochar, todo eso, le dije. Pues ahí tiene la explicación". Entonces empezó a cuidarse, adelgazó de forma espectacular. Lucía feliz, o al menos razonablemente satisfecho.
No sé, no quiero saber, qué circunstancias llevan a uno a buscarse el arma, cargarla, apuntar, apretar el gatillo. Es demasiado, no alcanzo a eso. Sólo quiero darle aquí el último abrazo. Sabiendo que nunca fuimos lo que se dice amigos, pero que nos llevamos siempre bien. Viéndole con la melena medio volada junto a la peña de Arcos, encendiendo su pipa trabajosamente, reprochándome de buen tono que no le enviara mis libros, porque Juan Manuel, de natural disfrutón, era un insaciable acumulador de libros, hasta el punto que, si no recuerdo mal, tenía un piso en Madrid sólo para albergar a sus queridos amigos de papel, como Diego Manrique tenía otro -o dos- para guardar discos.
Libros y premios, los tuvo todos. Amigos buenos, yo creo que también. Ni unos ni otros sirvieron para hacerle cambiar de idea. No tengo en Sevilla ningún poema suyo a mano, y lo lamento. Por eso este abrazo quisiera tirar de él, atraerlo a la luz de este mes de junio al que el poeta Juan Manuel González ya nunca se va a reintegrar.
2 comentarios:
Hola, Ale. Soy Antonio Fuentes, de Diario. He llegado a tu blog y me he quedado helado con la primera lectura. Fatal casualidad porque no sabía nada de la muerte de Juanma, a quien conocí en 2004, también en Arcos, y cuya compañía frecuenté en alguna ocasión más. No soy aficionado a la poesía, pero sí leí lo que dijo Rafel Guillén de él: Se puede decir "yo no sería nada sin ti" pero Juan Manuel dice "comienza el mundo en el lugar exacto donde mis manos guían tus manos". Otro abrazo.
Amigo Antonio, gracias por tu post y por la cita, que es muy hermosa. Y que sigas acompañándonos en entradas del blog más alegres que esta, un abrazo.
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