jueves, 1 de enero de 2009

Año nuevo con Zagajewski

Se fue el 2008. Bien ido está. No le perdono que se llevara a tres de mis más queridos maestros, ¡tres, dios mío, como si los maestros sobraran! Primero a Adriano González León, gloria de las letras venezolanas, más tarde a José María Bernáldez, aquella universidad ambulante, y también a Miguel Candela, que reinó en Lavapiés. Se descerrajó un tiro Juan Manuel González, y quedó postrado en coma, y sin visos de mejora, Pedro Geraldía. Sí, este ha sido un año inmisericorde, y bien ido está.
Sería injusto no agradecerle las nuevas y buenas amistades que me trajo, pero otras queridas se debilitaron, como si hubieran sucumbido a alguna de esas enfermedades que se tipifican como raras. Hubo lecturas fabulosas y no faltó -eso nunca- la música. Ahora todo ha pasado, ya empieza a cubrirse de polvo de silicio en esta suerte de alacena que es el blog, el mismo que se dispone a abordar el 2009.
El año pasado lo empecé con Pasolini, y no podía bajar el listón. Pillé un volumen de reflexiones y recuerdos de Adam Zagajewski, titulado En la belleza ajena, y lo terminé en el tren, sintiendo por momentos como si entre mis amores gaditanos y mis amores sevillanos pillara de camino Cracovia, esa ciudad bella y paciente. El libro está lleno de frases afortunadas, pero subrayé especialmente ésta:
"No sé si sólo yo siento este miedo, o tal vez incertidumbre, en diciembre, cuando se acaba el año viejo y nos espera la última noche del año, una noche cuyo silencio, el absoluto, puro silencio de una noche invernal, ahogamos con ayuda de petardos, de música a todo volumen y de explosiones de botellas de champán: me domina entonces la inquietud de que, de pronto, todo cambiará, que yo cambiaré de un modo difícil de prever, que cambiarán las personas que me son cercanas y que incluso el mundo no será el mismo. Luego, sin embargo, llega enero, cae una nieve húmeda, y resulta que nada ha cambiado, al menos por el momento...".
Me siento bien meciéndome en el traqueteo del Andalucía Exprés, con este polaco exquisito en las manos y Paquito d'Rivera en el i-pod. Me siento tan en armonía cósmica, que querría abrazar al revisor y que una mujer que dormita dos asientos más allá -no es guapa, pero tiene un semblante noble- apoyara su cabeza en mi hombro. Serán las décimas de fiebre que tengo, aviso de resfriado. O esta sensación de estar entrando en 2009 subido a una nube de razonable felicidad, porque ya es 1 de enero y nada cambia.

2 comentarios:

Patricia Miranda dijo...

uf! si la entrada de agno te ha puesto tan melancolico y mas poeta que siempre! welcome!
HAPPY NEW YORK!!!

Alejandro Luque dijo...

No te preocupes, que se me pasa ya mismo. Ha sido volver a trabajar, y ya ni me acuerdo de las Navidades. Si no fuera por el frío... Pero ¿qué te voy a contar a ti, que vives en Nevada? Besos mil!