sábado, 10 de octubre de 2009

Madrid de puente (I) Libros antiguos

Me apeé del AVE a primerísima hora en Atocha, donde me esperaba Iván. Y sin soltar mi equipaje, después de un rápido desayuno, fuimos a la Feria del Libro Antiguo que estos días abre sus toldos en Castellana. Tal vez sólo con Iván, bibliómano como yo, puedo pasar cuatro horas buceando entre el polvo y los ácaros en pos de la joya escondida que siempre prometen estas viejas casetas. Hay que cuidarse mucho para no ceder a las tentaciones más ramplonas, las que te cargan de libros sin ton ni son y te vacían el bolsillo sin darte grandes satisfacciones. En cambio, hay que ser paciente, o afortunado, para dar con ese título que llevas años buscando, o que ni siquiera sabías que existía.
Yo me llevé dos grandes alegrías. Una me la dio un librito descatalogadísimo, Las bacantes, el segundo poemario de mi querida paisana Mercedes Escolano, que vio la luz hace nada más que 25 años con un hermoso prólogo de Ángel Crespo y una impagable foto de Merceditas tumbada en el Campo del Sur, con las piernas cruzadas remedando la cola de una homérica sirena. ¡Qué bien cantaba ya Mercedes entonces, tan jovencita! ¡Y cómo volvería locos a los poetas satirones con sus atrevimientos! Hay unos versos menstruales, en Poema de amor nº 19, que valen un imperio: que los muslos se impregnan/ de amor y de násea/ que un vértigo rojo me acaricia/ y salpica el mundo a su paso/ y lo reta y lo provoca y lo burla...
El segundo hallazgo del día, aparte de algunos caprichos sicilianos que cayeron en mi red de trasmallo (Consolo y Vittorini), fue un libro que Andrea Camilleri recomendara una vez en un viejo ABC de las Letras, y que yo creía desaparecido para siempre de nuestro idioma, o acaso ni siquiera vertido en él. Me refiero a Los anteojos de oro, de Giorgio Bassani, una joyita de Barral Editores, 1972, con traducción del gran Sergio Pitol y una hermosísima cubierta de Julio Vivas. Esa misma tarde me abandoné a la lectura de esta valiente novelita en torno a la homosexualidad, para comprobar que Camilleri se quedó corto con los piropos. Tengo entendido que hay una versión cinematográfica de la obra, pero dudo que pueda trasladarse fielmente a la pantalla una prosa tan limpia y delicada como la de Bassani.
¿Cuatro horas para tan magro saldo?, pensarán algunos. ¿Tamaño esfuerzo de la vista, cervicales y rodillas resentidas, sólo para un par de libros? Pues sí. Pero, además, una visita a la Feria del Libro Antiguo es también una cruel toma de conciencia de la vanidad del escritor. Paco Umbral es la inveterada estrella de estas citas, porque publicó en demasía y se devaluó aprisa, de modo que sus seguidores tienen mucho donde elegir. Luego hay cantidades ingentes de Asimov y de Guareschi, no pocos Gironella, Ussía y César Vidal, bastante Rosa Montero y Maruja Torres... No cito los nombres de amigos, vivos o muertos, con los que me reencontré pasando los dedos por su nombre grabado en lomos polvorientos. Tanto bregar para esto, ¡Sic transit gloria mundi!
Eso por no hablar de los nombres totalmente desconocidos. En un momento dado sostuve en mis manos una novela, leí en voz alta el nombre de la autora (que por razones evidentes omito) y me pregunté repetidamente de qué me sonaba. ¿Había leído algo de ella? ¿La había entrevistado alguna vez, quizas? Iván asomó entonces por encima de mi hombro y respondió secamente:
-Nada de eso. Es amiga tuya en facebook.

2 comentarios:

Rafa dijo...

¡Las Bacantes!¡Dios! Gran hallazgo.
Me ha gustado lo de los poetas satirones. Un abrazo.

Mirna dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.