miércoles, 23 de enero de 2008

Mi primo Rafa

Uno, que no sabe lo que es madrugar, siempre ha creído que los domingos a la seis de la mañana ni las calles están puestas ni hay bicho viviente despierto, y si lo hay está de recogida o agonizando en un after. El otro día me entrevistaron en el programa Ser aventureros, que se graba previamente y se emite a esa hora, y di por supuesto que no lo escucha ni dios. Para mi sorpresa, he recibido dos mensajes de seres queridos que sí estaban al pie de la radio para atender mis desvaríos. Uno es K, sí, la misma, una de mis acompañantes en el Viaje a la Sicilia con un guía ciego, que me felicitaba por sms y me recordaba (¡ay!) que todavía no le he mandado un ejemplar. Pirandello estaría feliz con esta variante del personaje que saca los colores al autor, pero es justo advertir que la K de carne y hueso es un cielo y me lo perdona todo.
El otro mensaje es de mi primo Rafa. No quiero convertir este blog en un Caro diario que se distraiga con cosas de familia, pero es que a Rafa le debo en gran parte mi vocación literaria. Cuando toda la familia se reunía en Ceuta (días azules y sol de la pubertad), conocí a Rafael González Gosálbez, entonces dramaturgo más que prometedor (La confesión de un hijo de puta, 013 varios, Yo violé a Caperucita Roja y luego la maté, Metro), apasionante cuentista (Caimán, Bocas llenas de peces rojos), dueño de la barba mejor recortada que recuerdo y rojeras irredento. Rafa era el primer hombre de letras que me presentaban, y al poco supe que yo quería hacer lo mismo: contar historias, poner en pie personajes y echarlos a andar, canalizar la rabia o el asombro a través de la página en blanco. Fue él quien me introdujo en Benedetti, Cortázar, Galeano... Y de esa guita fui tirando para conformar mis propias lecturas.
El tiempo y la geografía nos ha distanciado un poco, pero gracias a sus madrugones y a la cadena Ser volvemos a estar en contacto. "Me alegro de que alguien de la familia haya sido escritor", me dice, después de explicarme que lleva tiempo en otras cosas. Yo sé que, como mínimo, somos dos. Mi primo Rafa es escritor hasta dormido, lo que pasa es que provisionalmente no ejerce. Hasta el día en que, a eso de las seis y con los pinos alicantinos recortados en la ventana, agarre papel o abra el word y se ponga a hacer lo que él sabe.

5 comentarios:

dana&fox dijo...

Es un honor aparecer en uno de tus post, y más si es al lado del primo Rafa, que te introdujo en el mundo literario! Que conste que un domingo se puede estar despierta a las seis de la mañana por muchas cosas ;). Tu voz me despertó de golpe y me alegraste el madrugón y el día, chiki! Un besazo.k
pd: sigo esperando un ejemplar de la obra "épica" de nuestro viaje!!

Rafael González dijo...

Chato, muchas gracias por tus palabras: me han emocionado, lo cual no es difícil, pues yo, al ser ya tan mayor, me emociono enseguida; pero he recordado aquellos días, con el Cazuela (el único de mis abuelos que pude conocer, aunque realmente no lo fuera, pero a veces la realidad importa un bledo) distribuyendo ballenatos y la tita Fina friendo salchichas (hasta 18 llegué a zamparme de una sentada, qué remedio), y Jesús, amigo constante más allá de la muerte, una de esas personas que, como mi madre, como Olga, como el Cazuela, ya no morirán jamás, no las dejaré, no lo voy a permitir. Lo que son las cosas: reencontrame contigo me ha abierto el apetito de escribir. Gracias por todo, pisha.

Alejandro Luque dijo...

Pirandelliana K, está visto que no voy a tener más remedio que ir a Madrid y darte el libro en mano, así que el día menos pensado me tienes llamando al timbre de la calle Zurita (pero baja, que me asusto sólo de pensar en esas escaleras). Gracias por seguir ahí, desde primera hora de la mañana. Y besos mil.

Alejandro Luque dijo...

Primo Rafa, tú eres la persona que más sabe de Benedetti, y ya sabes que el olvido está lleno de memoria. Yo me he vuelto más borgiano, o sea: sólo una cosa no hay, y es el alzheimer. Mientras profesemos esa fe, la única que merece nuestros ritos, toda nuestra gente sigue ahí. Y ahora, ¿a qué esperas pa ponerte a escribir?

Rafael González dijo...

Tienes razón, joven: la escritura es necesaria, porque ayuda a vivir. Yo escribo mientras leo, y a veces, después de leer, sobre lo leído. Pero sí, se echa de menos la construcción de un mundo, de modo que puede que te haga caso.