jueves, 3 de enero de 2008

Capote en Tiffany's

No sé si en calidad de escritor, de periodista o de ornitorrinco, el taller de la Casa del Libro me ha invitado a hablar sobre A sangre fría, la non-fiction novel de Truman Capote. Con ese pretexto, he querido releer con la mayor saña crítica las 400 páginas largas de una edición de bolsillo, y he vuelto a caer de rodillas ante la formidable capacidad de narrar del tipo, perdonándole por supuesto todas sus triquiñuelas y trampucherías, que las hay.
Tan picado estaba que me he atrevido por fin a meterle mano a un manojito de cuentos suyos y a Desayuno en Tiffany's, de la que sólo conocía la versión para el cine de Blake Edwards, con una esplendente Audrey Hepburn compartiendo reparto con el señor que hacía de Aníbal en El Equipo A.
Pero a diferencia de la película, que concluye con un más o menos happy end, en la novela el narrador que suspiraba por la bella y descerebrada Holly acaba sin comerse un rosco. Lo que parecía un relato más o menos frivolón desemboca en una de las preguntas más serias y trascendentes de la filosofía práctica, que no es quién soy, ni de dónde vengo,ni adónde voy, sino: ¿por qué no yo?
A bote pronto, se me ocurre otro título afín, Rosario Tijeras, lo mejor que ha escrito a día de hoy el colombiano Jorge Franco. La protagonista del relato es una femme-fatale muy distinta a la Holly de Capote, pero la desazón de fondo es la misma: ¿por qué llamarlo amistad cuando quiero decir eso?
Nota.- Estuve en el estreno en Sevilla de la versión cinematográfica de Rosario Tijeras. Pocas veces he visto a los compañeros tan nerviosos como ante la turbadora, magnética belleza de la protagonista, Flora Martínez. Lo que me decepcionó fue el papel de Unax Ugalde, que se esforzó notablemente en emular el acento paisa, pero se olvidó de encarnar ese drama universal, intemporal, desolador: ¿Por qué no yo?

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