sábado, 6 de febrero de 2010

Helloween, un cuarto de siglo


Si el heavy metal fuera una cepa de Vega Sicilia, nadie dudaría en señalar el año 1987 como su cosecha más gloriosa. Como yo era en esas fechas socio de Discoplay, un amigo me pidió que le encargara el último disco de un grupo alemán, Helloween, del que sólo conocíamos su llamativa portada y su enigmático título, The keeper of the seven keys, part I. En calidad de intermediario, tuve el privilegio de desembalarlo y ponerlo por primera vez sobre el plato del tocadiscos. Apenas la aguja empezó a arañar el vinilo, experimenté algo parecido a lo que debió de sentir el público de la primera película en color.

El rock duro que había escuchado hasta entonces, por lo general bronco y sombrío, adquiría ahora una viveza inusitada. A lo único que se me ocurría compararlo -lo recuerdo bien- era a un videojuego que me tenía loco por entonces, el Space harrier. Y no me parece una comparación descabellada habida cuenta de la cantidad de recursos sonoros de los marcianitos que con el tiempo han ido incorporando las bandas metaleras.

Helloween pasaron de inmediato a engrosar la lista de mis grupos favoritos, y en ella han permanecido a pesar de la desigual calidad de sus discos y sus bruscos cambios de formación. En mis tiempos de baterista llegué a tocar en vivo una de sus canciones, Ride the sky, llegué a verlos una vez en directo -en Jerez, como teloneros de Iron Maiden-, y debo al menos a uno de sus álbumes, Rabbit don't come easy, la salida de un pozo anímico. No en vano, Helloween quisieron patentar su estilo como happy metal, es decir, el metal feliz.

Pues bien, aquellos inventores del color han cumplido 25 años de carrera, y han decidido celebrarlo con un disco, Unarmed, en el que versionan sus propios éxitos con sorprendentes arreglos de viento y piano, coros gregorianos e incluso aportaciones de la Sinfónica de Praga. Dudo que estas sonoridades sean del gusto de los jovenzuelos ansiosos de distorsiones desaforadas y baterías de martillo pilón, pero a los que nos hemos hecho adultos escuchando esas canciones nos sabe a oportuna puesta al día, a saludable revisión.

El mismo día en que recibí el disco, por cierto, leí la noticia de que había fallecido Emilio Cañil, el inventor de Discoplay. Sus boletines -los populares BID- supieron despertar nuestra voracidad consumista y forraron innumerables libros y carpetas del instituto con portadas de discos pacientemente recortadas. Y sobre todo nos daban la felicidad cuando recibíamos en nuestro buzón el aviso de Correos y nos dirigíamos a la oficina para recoger sus paquetes preguntándonos -todavía quedaba mucho para el e-mule- cómo sonaría aquello que nos había costado dos mil pesetas.

3 comentarios:

Daniel Ruiz García dijo...

Qué buenos recuerdos me trae este post, Alejandro. Alguien debería hacer un reconocimiento público a la Discoplay por su desinteresada e influyente contribución a la estética de las carpetas estudiantiles adolescentes. Halloween me sigue pareciendo un gran grupo. Pink Bubbles Go Ape, que seguro conoces, me parece un discazo, aunque desde luego está muy lejos del primigenio EP homónimo y de los primeros discos. Cada vez que escucho "Future World", esté donde esté, padezco un subidón fulminante.

25 años ya. Qué viejos. Todos.

Ciclotimia Way of Life dijo...

Guardo todavía un par de camisetas de Helloween en el armario. De mi etapa heavy (sección "metal alemán"), es sin duda mi grupo favorito. Recuerdo unas batallas tremendas en el recreo del instituto, peleándome con un amigo del alma: él era de Blind Guardian, yo de Helloween (a los dos nos gustaban ambos, a mí especialmente el "Imaginations from the other side", pero era mejor no reconocerlo porque era francamente divertido "ser" de uno de los dos).

En fin. Uli Kush, creo que se llamaba el que tocaba la batería, o algo así. Yo lo tenía glorificado; entonces yo todavía seguía comiéndole la cabeza a mi padre para que me comprara una. El "Keeper of the Seven Keys" es en ellos un disco inexcusable, pero yo lo descubrí más tarde, después de quedar convertido con el "Master of the Rings", y ése es el que recuerdo con mayor cariño...

Maremoto de nostalgia (de la buena), ay...

¡Abrazos!

Alejandro Luque dijo...

Amigos, me siento la mar de bien acompañado en esto de las pasiones helloweeneras. A la suma de esos espontáneos placeres compartidos es a lo que muchos llaman generación.
Paco, sin duda la razón estaba de tu lado, pues los Blind Guardian, como los HammerFall y todos esos, no son sino epígonos del molde original. Ni siquiera los fans de Gamma Ray pueden discutirlo.
Uli Kush, que ya de por sí tenía nombre de gran batería (o como mínimo del equipo alemán de gimnasia deportiva) fue en efecto uno de los grandes. Yo me saqué la intro de 'Where the rain grows' y todavía recuerdo ese baqueteo cuando necesito un poquito de ebullición.
Nostalgia sí, pero que nos quiten lo bailado. Besos para todos.