domingo, 15 de febrero de 2009

Tancredi, una noche en la ópera

No tengo la menor idea de ópera, pero anoche fui al Maestranza a ver Tancredi porque cualquier excusa es buena para volver a Siracusa. La más bella ciudad de la costa jónica, con permiso de Taormina, la Cádiz siciliana que es su Ortigia, no se reproduce como es lógico en la obra que Rossini hizo a partir del texto de Voltaire, pero sí están ahí el trágico aliento de su Historia, el acero bizantino cruzado con el sarraceno, las brillantes armaduras de esas hermosas y crueles marionetas carolingias que se conocen como pupi, o sea, los muñecos. Poco faltó para que me pusiera en pie y firme en el momento en que Argirio canta "Sì: felice, vincitrice/ Siracusa ognor sarà". Feliz y vencedora -al paso del tiempo, a los pasotes de la mafia- Siracusa siempre será.
Por lo demás, no deja de impresionarme que los excesos de la ópera, la teatralidad exacerbada y la simpleza de sus argumentos, siga llenando teatros a estas alturas del siglo XXI. Tal vez tengan razón quienes creen que la mayoría viene al teatro a lucir pieles y dejarse ver, pero algo tiene que activar también en la sensibilidad o el subconsciente de muchos espectadores para llevarlos al más sublime deleite. Igual tendría que habérselo preguntado al desabrido psiquiatra Carlos Castilla del Pino, que andaba por allí. Aunque yo creo que la respuesta la tendría el viejo Pericón, que solía explicarlo de un modo inmejorable:
-La ópera y el flamenco son la misma cosa. La única diferencia es que en la ópera todo va pa' rriba, y en el flamenco todo va pa'bajo.

2 comentarios:

entrenomadas dijo...

Para mí la ópera está llena de recuerdos. De pequeña, después de la escuela, merendaba junto a mi amiga viendo los ensayos de las obras en el Teatro Principal de mi ciudad, donde trabajaba de portero el padre de mi amiga. La única condición para poder estar allí era comerse el bocata en silencio. Adoro la ópera, la simpleza de sus argumentos me trae sin cuidado. No te digo nada si analizas las letras de las mejores canciones de los Beatles o los Rolling stones. Es la magia,la música, la exageración y la contención, la luz y el misterio de esas voces que se desgarran, que se elevan, que caen otra vez para volver a elevarse.

Bueno, que son cosas mías, pero no he podido evitar dejarte un comentario sobre la ópera.

Y con tu permiso me quedo con esa estupenda frase al final del texto.
Simplemente genial!!

Un abrazo,

Marta

Alejandro Luque dijo...

Gracias por tu aportación, Marta. Prometo ver las cosas con mejor óptica la próxima vez! Besos!