miércoles, 11 de noviembre de 2009

Eso que llaman éxito (IV) El Canto del Loco

Creo que no lo he puesto nunca por escrito, pero tengo un hermano que no es exactamente mi hermano. Quiero decir que, aunque carece -como suele decirse de forma rimbombante- de mi sangre, es mi hermano por el hecho de ser el hermano de mi hermana. Mi hermana sí es mi hermana a todos los efectos, aunque sólo lo sea por parte de padre. Con estos mimbres en otros lugares del mundo se hace una tragedia, pero a mí me parece natural como la vida misma, por más que la España ultracatólica, que no ha visto las pelis de los Panero, tenga aún la estructura tradicional de la familia muy sobrevalorada.
Jose, decía, es mi hermano, o lo más parecido a un hermano que hay, se pongan como se pongan, aunque no hayamos hecho mucha vida juntos. Y es guitarrista. Cuando yo vivía en Cádiz solía pasar por mi casita de vez en cuando. Estaba deslumbrado, como yo entonces, por el rock progresivo, y empleaba serios esfuerzos en tocar con todo el virtuosismo que le era posible. Pero no sólo se trataba de dibujar florilegios sobre el mástil. En una de esas ocasiones, estaba yo ensayando con Dani, mi guitarrista, para un concierto con Juanlu Pineda, y Jose se vino a tocar un poco.
-¿Es bueno? -le pregunté a Dani luego, pues valoro mucho su opinión.
-Es muy bueno -me confirmó.
Un par de años más tarde, y puesto que en Cádiz es difícil ganarse la vida con la música si no te ficha El Barrio, Jose decidió marcharse a Madrid, la tierra de promisión. La capital de España es también un vasto cementerio de ilusiones marchitas, y los huesos de muchos buenos guitarristas alimentan su suelo. Jose empezó a tocar por aquí y por allá, luchó por abrirse paso. La buena y la mala suerte se barajaron como dos mazos de naipes. Iba a acompañar a Antonio Vega en una serie de conciertos y al poco el cantante se le murió; sustituyó al guitarrista de El Sueño de Morfeo pero al poco éste se reintegró y no hubo vacante. Entre penas y alegrías iban menguando los recursos, y Jose empezó a hacerse las preguntas que todos se hacen: si no habrá que buscarse alguna otra fuente de ingresos, si habrá futuro en eso de golpear seis cuerdas...
Pero tuvo la fe y los apoyos necesarios para seguir adelante. Hace un par de semanas vino a Sevilla con El Canto del Loco, y aunque me perdí su concierto sí me acerqué al hotel donde estaba concentrado con el grupo, a saludarle y a comprobar también cómo había crecido el chaval que venía a casa loco por tocar un rato. En efecto, cuando ya estaba por tirar la toalla fue reclutado por esta banda, que es algo así como fichar por el Real Madrid viniendo de los juveniles del Cádiz. Con ellos ha hecho ya varias grabaciones de estudio y le espera una larga gira americana.
Viéndole ahí, aunque sobre el escenario permanezca en un discreto segundo plano, no puedo evitar recordar lo que me dijo cierto escritor: que cada éxito tiene debajo el fracaso de mucha gente. Pienso en todos los buenos músicos que hicieron las maletas a la capital y volvieron a casa con las manos vacías, acaso sólo con el patrimonio de su propia experiencia. Luego miro a la ventana de mi vecina adolescente, empapelada con fotos de Dani Martín y los otros miembros de El Canto del Loco, y cedo a ese orgullito confortante: "Sí señor -me digo-, ahí está mi hermano". Pero la gran conquista de Jose viene de muy atrás; no del día en que lo contrataron, sino de cada una de las veces que no se rindió. Si mlitara en otro grupo menos famoso, menos aclamado y menos superventas, no les quepa duda, el orgullo sería el mismo.

3 comentarios:

Rocío Márquez dijo...

La buena estrella de tu hermano también la orientáis la gente que como tú lo quereís bien. Yo también soy una enamorada del amor fraternal en todas sus variantes. Bonita entrada. Un abrazo.

Máster en nubes dijo...

Con permiso, entro llamando la puerta y si me la abre. Los éxitos de nuestros hermanos saben tan bien o mejor que los propios, entra como calor por dentro que les vaya bien, reconfortan.
Saludos.
Aurora

Andrés Pérez Domínguez dijo...

Es verdad, Alejandro, el verdadero éxito es no rendirse nunca, seguir disparando hasta que te quedes sin balas.
Un abrazo,