Asistí a la quedada de los lectores de Laura Gallego en Sevilla, con motivo de la salida a la luz de su nuevo libro, Dos velas para el diablo. Calor infernal. Encontré a la autora a la sombra, de blanco y con dos alas de angelito a la espalda. No ha sido la única: recuerdo que la primera foto que vi de Yolanda Castaño lucía también con alitas, subida a un columpio. Pero, mientras Yolanda -poeta excelente, léase su Libro de la egoísta- juega siempre con una notable fuerza sexual, Laura parecía un ángel en sentido literal, asexuado, y un poco ajado por el éxito, altivo, redicho. Uno no vende medio millón de libros y sale indemne así como así: a la valenciana no la envejecen los años, sino las listas de ventas.
Que se lo digan a Vázquez Figueroa, con quien también eché el rato a propósito de su Coltan. El canario es, por supuesto, el demonio: 25 millones de ejemplares vendidos. En el mundillo libresco no lo pueden ver porque en la Literatura, que es mayúscula y sagrada, él se orina alegremente. Quiero decir que a lo largo de los años los libros han sido para él un medio de vida, un instrumento completamente despojado de magia, y eso no se lo perdonamos. En los cuarenta minutos largos de la entrevista prefirió hablar de sistemas de desalación, de petróleo y macroeconomía, porque para él la Literatura ya ha cumplido su función, que era hacerle rico.
Confieso que me gustó la charla, me divertí. Pero el cielo para mí está en otra parte. Y el infierno, por supuesto, c'est les autres.
7 comentarios:
Me gustó su reseña del concierto de Ruibal. Saludos
Gracias, amigo. No sé si mi idea del cielo exige música de Ruibal (que podría ser), pero seguro que incluye gente como Javier. Y hay poca. Abrazos!
gracias Ale! yo me quedo contigo!
El infierno está lleno de demonios que no nos dejaban dormir. Un blog magnífico, Alejo, gracias
Gracias por la visita, Juana, y abrazos mil!
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