Hace unos meses, un lector asiduo de este blog me sugirió, con toda justicia, dedicar una entrada a Fernando Quiñones con motivo del 25 aniversario de La canción del pirata, su mejor novela. También el año pasado se cumplían diez años de la muerte de Fernando, y los 40 de la creación de Alcances, la muestra cinematográfica que él impulsó cuando Cádiz era el desierto cultural más árido que cabe imaginar. No sé si no quise o no pude escribir sobre ello. Ahora, terminando de leerme Las crónicas del hombre, reciente biografía del escritor firmada por la profesora Amalia Vilches, siento dos cosas. Una, que el parcial olvido en el que se encuentra Quiñones es un fracaso colectivo, un suspenso general del que todos habremos de redimirnos. El primer culpable podría ser él mismo, que nunca cuidó las formas, pero que bien podría alegar a su favor haber cumplido de sobra con su imponente obra, como diciendo: ¿qué más quieres, picha?
La segunda culpa correspondería a la familia, que no fue consciente, nunca del todo, del escritor que tenía en casa. Es algo muy común, pero no por ello menos determinante, sobre todo a la hora de crear una fundación sin empuje y sin presupuesto. Todavía hay quien piensa que es el Ayuntamiento de Chiclana quien hace un favor a Quiñones manteniendo su patrimonio en un piso, como si fuera un mileurista. De la tupida red de pequeñas miserias que han rodeado a la fundación hasta ayer nos ocuparemos otro día, o no nos ocuparemos.
Sigamos con los insuficientes, o mejor, con los Necesita mejorar: la Universidad, que durante años no le hizo ni puñetero caso y por poco no logra aprobar el honoris causa, estando ya Fernando muy malito. La dirección de Alcances, que este año pasado registró la taquilla más baja de su historia y se niega a rendir cuentas, hasta el punto de no facilitar a la prensa los datos de asistencia. El mundo del flamenco -incluyo al CAF y a la Agencia- que no han tenido el detalle de dedicarle ni un ratito en todo 2008, ¡con la de ratitos, y días y noches que dedicó Fernando al arte jondo! Los escritores y amigos, que han apostado por cualquier otro caballo ganador en tanto pensaban que la marca Quiñones no daba jurdós o lustre, o simplemente hemos sido del todo incapaces de reflejar la verdadera dimensión del personaje o poner de relieve, como se merece, la altura de su obra.
Leyendo el esforzado trabajo de Amalia Vilches, a pesar de alguna que otra inexactitud y algunas inconvenientes afectaciones, he vuelto a sentir, eso sí, que Quiñones es mucho Quiñones, y que acabará encontrando su legítimo sillón en el Parnaso, con nuestra ayuda o sin ella. Quizá sean las generaciones futuras las llamadas a conquistar con nota esa asignatura pendiente. Pero si fuéramos nosotros mismos, tanto mejor. No por Fernando, sino por nuestra propia dignidad y nuestro bien.
2 comentarios:
A los grandes de la literatura se les lleva dentro, aunque a veces, desgraciadamente, no sea suficiente. Gracias por este post, Luque. Hacía falta!
A mí nunca me gustaron las novelas históricas. Ni me gustan. Ni creo que me gustarán: siempre me ha parecido que escribir novelas históricas es propio de los escritores cobardes que no se atreven con el presente. Porque es fácil, incluso facilón, disfrazar a un personaje con los ropajes de la época y mandarlo a batallas, misterios o enigmas que no nos atreveríamos a buscar en el aquí y ahora.
Por eso miré con cierta desconfianza la portada de La canción del pirata, que me regaló el Luque un día, como si fuera una joya. Me equivoqué. Me equivoqué de cabo a rabo. La canción del Pirata no es una novela histórica. Es una novela, simplemente. Una impresionante, maravillosa novela. Creo que todavía quedan ejemplares en la Librería Falla (Plaza Mina, Cádiz). ¿A qué esperan ustedes?
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