Disculpen la ausencia. A la hora de elegir entre escribir y vivir, yo me decanto por lo segundo, pero lo mejor es vivir para contarlo. Hace ya un par de semanas entrevisté a alguien que vive de contar lo que ve, de revelar su mirada. Me refiero a Harry Gruyaert, fotero de la agencia Mágnum que estos días exhibe sus magníficas instantáneas de Marruecos en la Fundación Tres Culturas. Me sorprendió, entre otras cosas, su claridad a la hora de explicar que lo prioritario para él es la luz y el color, de modo que el paisaje y la figura quedan relegados en un segundo plano, o en todo caso al servicio de la composición. Sin dejar de ser la suya una visión muy humana, apenas hay rostros en su trabajo. "No soy periodista", repite con franqueza.
Ahora acabo de volver de viaje y me encuentro con que otro fotero, mi querido Rafael Marchante, está padeciendo una grosera censura del gobierno marroquí: no le renuevan la credencial, implícita invitación a marcharse del país, porque ha captado para la agencia Reuters imágenes que no le gustan al poder. "Adversario político", así ha sido definido por las autoridades este gaditano que hizo sus primeras armas en aquel cutre y rocambolesco Cádiz Información de los primeros años noventa, uno de los profesionales, dicho sea de paso, con mejor humor que conozco. Parece que en Rabat, donde los progresos son tan lentos y sujetos a toda clase de pasos atrás, no terminan de verle la gracia. Y que la diplomacia española tampoco se están desviviendo por dar solución a este asunto.
Rafa sí es periodista, y de los que honran una profesión cada día más devaluada y literalmente apaleada. Alguien ha pensado que, pese a ello, es un tipo peligroso que debería coger el ferry a la Península cuanto antes con billete de sólo ida. Adversario, desde luego: adversario de los que quieren tener la llave de la verdad e imponer una mirada única, una mirada oficial, sobre las personas y los hechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario