Hay escritores que dibujan la trayectoria ascendente de un cohete, y otros cuyo recorrido parece más bien el ascensor loco de los valores bursátiles, que hoy están en el cénit y mañana por los suelos. Pero dicen los tahúres que esto no es como empieza, sino como acaba, y Ramiro Pinilla, escritor vasco que conoce el sabor de las mieles del éxito y también el polvo acumulado del olvido, va a acabar su partida ahí arriba, donde el reconocimiento y el calor de los lectores.
Lo asombroso es que, a sus 85 años largos, siga manteniendo una creatividad tan intensa. Después de completar su monumental trilogía Verdes valles, colinas rojas, sacó al año siguiente La higuera y ahora vuelve con una novela policíaca, Sólo un muerto más. A cuento de ella tuve el gusto de entrevistarle dos semanas atrás, y si me preguntaran cuál es el secreto de la indesmayable vitalidad de Pinilla diría: no ha perdido la pasión. Estuvimos un rato hablando de su descubrimiento de Faulkner, de su pasión por Chandler y Hammet -a quien rinde un homenaje explícito en su libro- y sus palabras eran aún las del enamorado, las del devoto entusiasta. Sin embargo, él me dio otra respuesta, en cierta medida más prosaica: "Son las naranjas. Siempre tengo diez kilos en la nevera, es una fruta de la que no me canso. Las como a todas horas. Pero hay que tomarlas enteras, no en zumo, para que no se pierda la fibra".
Traigo todo eso a esta ventana porque hoy el pueblo de Pinilla, Euskadi, elige en las urnas a quienes van a gobernarles durante los próximos años. Ojalá acierten, y les asista el corazón y la fuerza de su paisano, ese escritor bueno y vitalista, para que todo vaya mejor. Y que las naranjas les acompañen.
1 comentario:
Pues querido amigo, yo por Mike Patton y Fantomas voy adonde haga falta, porque el 'Director's cut' me hizo mucho bien cuando lo necesité. Gracias por la visita y enhorabuena por su muy musical blog.
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