Quienes me conocen saben que no puedo ver cine cubano sin emocionarme hasta las lágrimas. Especialmente, cuando La Habana aparece en pantalla. Para mí es como reencontrarme con un antiguo amor cuyas ascuas siguen encendidas. Si aparece decadente, sufro por su degradación. Si aparece esplendente, sufro porque no la tengo. Tal vez por eso, habría sorprendido a muchos verme la semana pasada, a mediodía, riendo a mandíbula batiente en el pase de prensa de Juan de los Muertos, un filme cubano con producción andaluza que acaba de llegar a la cartelera española.
Me esperaba, de entrada, una frikada simpática, a lo Zombies party, y algo de eso hay en la propuesta del director Alejandro Brugués. Pero lo que me sorprendió, como me sorprende siempre, es la enorme capacidad de reírse de sí mismos que despliegan los cubanos, de usar el humor como herramienta de supervivencia. Cuanto más grave ha sido la situación para el común de los ciudadanos, cuanto mayor la descomposición de la sociedad, más agudos se han ido volviendo los chistes, más afinadas las caricaturas.
La situación que describe Juan de los Muertos es el colmo de la crisis, un escenario de masivo contagio zombie donde un grupo de buscavidas tienen que hacer lo de siempre: resolver. No cuentan con el poder, que disfraza su incompetencia bajo la coartada de la conjura imperialista. Están solos ante la adversidad, atrapados entre la voz de una conciencia solidaria y el egoísmo instintivo del sálvese quien pueda. Un trance en el que asoma lo mejor y lo peor del ser humano. O sea, el pan de cada día.
Aquella mirada pragmática que Sergio proyectaba a través del telescopio en Memorias del subdesarrollo, la genial versión de Titón Gutiérrez Alea sobre la obra maestra de Edmundo Desnoes, se ha empapado de sarcasmo cuarenta años después. Ojalá acá, en la vieja Europa, seamos también capaces de ponerle una sonrisa así a los tiempos que están por venir. Éstos sí, terroríficos.
PS.- Mi amigo René me telefoneó para contarme que salía en la película: "Tengo un papel cortito, pero sabroso, ya tú sabes". Alcancé a reconocerlo en los cuatro segundos en los que aparece siendo despedazado a machetazos, pero sólo los grandes actores son así: lucen hasta en los más fulgurantes cameos.
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